Ayer estuvo en Terrassa el ex ministro José Manuel García-Margallo, quien visitó la ciudad durante su periplo catalán como candidato a la dirección del Partido Popular en la campaña de las elecciones primarias a las que se somete el partido tras la marcha de Mariano Rajoy. García-Margallo dijo en su momento que haría lo que estuviese en su mano para evitar que Soraya Sáenz de Santamaría fuese la nueva presidenta del Partido Popular. Y en ello está.
El PP ha empezado a reinventarse desde la celebración de primarias. Nunca antes la elección de un líder popular se había llevado a cabo mediante primarias, fórmula que empezó a utilizarse en el PSOE y que tanto se criticó desde el partido conservador. Mariano Rajoy se ha negado a investir a su sucesor, dignificando su abandono de la política desde la discreción y volviendo a su trabajo como registrador de la propiedad. Al menos no se han abierto para él las famosas puertas giratorias y no está en ningún consejo de administración de alguna multinacional.
El marrón lo ha dejado en su partido, divido en varios pedazos cuyas costuras deberá recoser quien consiga el respaldo de los compromisarios del congreso que el partido celebrará próximamente.
En ese sentido, García-Margallo abogó ayer en Terrassa porque no sean los compromisarios los que decidan quien será el nuevo líder del PP, sino que confirmen el resultado de las votaciones que deben realizar los militantes previamente. El exministro de Asuntos Exteriores hizo referencia a la situación de su partido, a la falta de respuesta de los militantes ante las primarias y realizó una ocurrente referencia a un nuevo tipo de militante, al que denominó “militante no simpatizante”, en clara referencia al descontento de un sector del partido por lo ocurrido, especialmente con la corrupción en los últimos años.
A pesar de los esfuerzos que los candidatos están realizando, las primarias del PP no están evitando la polémica, especialmente en lo que al enfrentamiento entre Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal se refiere. Es entre esas dos líderes y Pablo Casado entre los que se debate quién será el encargado de encabezar la renovación del Partido Popular, aunque nunca se sabe; en los últimos tiempos se ha acuñado la frase de que las primarias las carga el diablo y si no, que se lo pregunten a Susana Díaz