Opinió

Dejen paso, por favor

La evolución de la Iglesia católica viene siendo bastante penosa desde hace muchos años.

Seguramente ha influido en ello aquella forma de “ir al seminario” a los 11 años, unos críos a los que se hablaba de vocación sacerdotal cuando acababan de abrir los ojos al mundo, máxime en el medio rural, en el que era una forma económica de dar salida a alguno de los hijos para los que era difícil lograr financiar otro tipo de estudios.

El resultado, aparte de “rebotar” la mayoría de ellos, poco antes de llegar el momento de “cantar misa”, se tradujo en una generación de sacerdotes que, tras trece años de no convivir con la sociedad, tenían difícil conectar con la parroquia y dar consejos a las familias, máxime teniendo en cuenta su celibato. Como resultado de todo ello, las iglesias, en su mayoría, permanecen semidesiertas, la juventud no hace acto de presencia y, para remediar la escasez de sacerdotes, se están incorporando infinidad de latinoamericanos que, por formación e idiosincrasia, van a tener aún más difícil la atracción de nuestra juventud.

Es un tema grave, no sólo para la Iglesia católica, sino para nuestra sociedad entera, donde la infancia y juventud con frecuencia nos demuestran no tener claros los principios morales más básicos, ni los de urbanidad, clases que no faltaban en nuestra infancia, a pesar de la escasa calidad y limitaciones de aquel sistema de enseñanza.

Y los lectores, a estas alturas, se preguntarán qué tiene que ver el título del artículo con lo escrito hasta ahora, por lo que me explicaré. Por fortuna, hay algunos sacerdotes, aunque pocos, que tienen una espléndida formación complementaria a la sacerdotal y conocen perfectamente a nuestra sociedad, además de que los actuales medios de comunicación pueden lograr que unos cuantos hagan llegar ese estilo, esa forma de conectar la fe con la vida cotidiana de quien les escucha.

Uno de ellos, el padre Carles Cahuana, licenciado en Ciencias Políticas antes de entrar en el seminario, polifacético si los hay, capaz de pilotar aviones de recreo, hablar inglés, francés y alemán…

Desde hace un tiempo celebra la misa que transmite la TV2 Catalunya, los domingos a las 10.30. Su facilidad de palabra, el contenido de sus disertaciones y su “tocar de pies en tierra” han logrado una audiencia y una fama que le han llevado a ser llamada “la misa de los que no van a misa”.

Es triste que llevamos varias semanas que esa misa, que sigue celebrándose en la misma iglesia de Sant Cugat y se retransmite por el mismo medio, no se parece en gran cosa a la que le ha dado fama.

Y todo porque la mayoría de sus superiores de Catalunya van desfilando por ella, sustituyendo la palabra de mosén Carles por uno de esos sermones que tan poco éxito tuvieron casi nunca.

Sería una lástima que la forma y los medios que han dado fama, popularización y satisfacción a quienes le escuchábamos y alumbrábamos la esperanza de una renovación acertada sean ahogados desde dentro.

A lo dicho. Dejen paso, por favor!

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