Hoy acaba la campaña electoral. Se hace difícil hacer un balance de contenido de esta campaña y probablemente deberíamos compartir la culpa los medios de comunicación con los candidatos. Lo ocurrido en Catalunya es de una trascendencia histórica extraordinaria: el procés, el 1-O, las detenciones de los altos cargos de la Generalitat y de los Jordis, la declaración de independencia (o lo que fuese), la aplicación del 155, el encarcelamiento del vicepresidente de la Generalitat y los consellers, la huida del President y cuatro consellers más a Bélgica, la solicitud de extradición de los mismos, el inicio del proceso en la capital de Europa, el desistimiento español, la salida de la cárcel de unos y la continuidad de los otros, la campaña electoral…
Se trata de una ilación de hechos que se estudiarán en los libros de historia y que están condicionando, como no podía ser de otra manera, una campaña electoral que se ha planteado en dos frentes y cuyo contenido ha tenido que ver con la política de pactos, con el análisis de lo que ocurrió antes de la convocatoria y no ha entrado en el análisis de programas. a estas alturas no sabes ni quien gobernará Catalunya ni cómo lo hará. De hecho la victoria electoral se valora más por lo que significa la derrota del otro que no por la victoria misma. Meteduras de pata ha habido para todos los gustos, pero pocas cosas en claro.
Probablemente se trata de la campaña electoral menos influyente de la historia de la democracia en el sentido de ser la herramienta que convenza al votante de elegir a un partido u otro. Los partidos han desplegado toda su artillería; la campaña en Terrassa ha traído a importantes políticos, incluso a Carles Puigdemont a través de una videoconferencia, que ha sido la opción utilizada por el candidato de Junts per Catalunya. Pero con toda probabilidad, el voto, al menos en un frente o en otro, está más que decidido sin necesidad de campaña. Lo único discutible es el matiz dentro del bloque independentista o dentro del constitucionalista.
El jueves saldremos de dudas o quizás las urnas sembrarán todavía más, pero más allá del bloque que gane, más allá de la aritmética que permita formar gobierno, más allá de todo, Catalunya se debe gobernar y eso es responsabilidad de todos. Las consecuencias de lo ocurrido, especialmente en los últimos meses, darán la cara en 2018.