Me permito emular el título de la excelente y poco leída novela de G. Torrente Ballester para comentar la saga y la fuga de Josep y Jordi Ballart de nuestro partido, el PSC, después de que ambos, padre e hijo, ocuparan durante muchos años cargos de máxima responsabilidad política e institucional en Terrassa.
Entre la novela y nuestro caso hay elementos comunes, del género absurdo, del realismo mágico, ahora conmutado en el concepto realidad virtual. "La saga/fuga de JB" narra las peripecias del profesor de gramática de Castroforte del Baralla, salpicado por la leyenda popular que supone que un hombre, cuyo nombre posee las iniciales JB, vendrá a salvar a Castroforte de su destrucción… En Castroforte, cuando los ciudadanos se enfrascan en una discusión, la ciudad empieza a levitar y asciende hasta las nubes, dejando a la vista el fangoso lecho del río en el que se agitan las lampreas, peces primitivos vinculados al origen y la fortuna de la ciudad…
En Terrassa, después del conflicto que vivimos los socialistas en el relevo del liderazgo de Manuel Royes, el año 2001, con un abortado proceso de elecciones primarias que llevó al partido al borde de la escisión, militantes del PSC optaron por rebajar el nivel de debate interno y otorgaron a la dirección local y al cabeza de lista en las elecciones municipales la capacidad para definir tanto los equipos directivos del partido como las candidaturas municipales.
La necesaria autocrítica nos debería llevar a admitir que aquel proceder fue un error. En aras de la armonía, rebajamos el nivel de exigencia y de control que deben ejercer las bases. Y en ese fangoso lecho del río medraron algunos mediocres oportunistas. Provocando, entre otras consecuencias, la pérdida de fuelle del partido, capacidad de acción política en la sociedad, mimetizándose en el grupo municipal, hasta prácticamente convertirse en un apéndice de aquél. Esa dinámica se desarrolló bajo la dirección orgánica de JB-sénior en la agrupación local y en la federación comarcal, provocando aminoramiento de la militancia, reduciendo el nivel de capacidad política y de gestión de los grupos municipales. La máxima expresión del modelo llegó cuando JB-júnior asumió la dirección política del partido y la alcaldía de la ciudad.
Alineado con el narcisismo onanista de los tiempos y refugiado en la realidad virtual de las redes sociales, JB-júnior, en lugar de esforzarse en gobernar la complejidad de una gran ciudad como Terrassa, desarrolló una necesidad obsesiva e irresistible de llamar la atención y de estar siempre en los medios, con la anuencia autorreferencial de un personaje aspirante a mantener en abstracto sus ideales ("valentia per Terrassa" y otras ambigüedades) en busca de un premio electoral basado en el número de seguidores en Facebook, a los que ha ido alimentando, no como debiera ser, con propuestas políticas o proyectos, sino con el exhibicionismo impúdico y el abuso emocional del victimismo ante cualquier ataque o conflicto, que debiera afrontar con la dignidad y humildad exigible a un alcalde de esta ciudad, como yo mismo exigí desde este diario hace unos meses.
Su obsesión autorreferencial le condujo a ignorar el programa y las posiciones políticas colectivas del PSC en muchos temas, no molestándose en consultarlas, especialmente en la posición ante el "procés" independentista.
No ha sido una única causa, ni una única vez, la que ha manifestado su deseo de presentar su dimisión. Podría decirse que, en esto, se ha repetido más que el arroz con leche. La última, con ocasión de la aplicación del artículo 155 de la C.E., que dispuso del apoyo del PSC y el PSOE, en los términos por todos conocidos. Eso sí, lo hizo sin consultar a la militancia de su agrupación, ni tan siquiera informarla por breve que fuera el debate. Otros partidos tuvieron más acierto, intercambiando, en uno u otro sentido, opinión. Diríase que fue un acto de soberbia incontenida, quizá una oportunidad aprovechada, quizá de coherencia, pero no, para eso sobraron muchas cosas.
Su salida de la alcaldía, previa ruptura del pacto con el PDeCAT, la revisión del cartapacio al día siguiente y la ruidosa y mendaz dimisión dos días después, acompañado de los independientes que había colocado en los primeros lugares de la lista, obviamente pretendía dejar al PSC en la oposición y barrer de un plumazo al partido que ha transformado esta ciudad y ha sido y es un factor clave del progreso, de la cohesión social y el bienestar conseguidos en este país desde la conquista de la democracia.
El proceder de JB júnior y sus acólitos, digno de figurar en la antología de Borges, parece que aún no acaba, de ahí la licencia que me tomo al escribir este artículo. El exmilitante y exalcalde sigue prodigando entrevistas en los medios pro-independentistas (que le darán vida mientras contribuya a desgastar al PSC, sobre todo hasta las elecciones del 21-D), acusando a la dirección del PSC, a mi entender sin ninguna razón, con absoluta falsedad, de corrupción y connivencia con los poderes económicos del país. Falso de toda falsedad, como la vida virtual de JB júnior, alguien que jamás debiera de haber ocupado los cargos que ocupó. De todo se debe aprender y, para eso, primero hay que reconocer. Los socialistas terrassenses hemos aprendido la lección, caminamos corrigiendo nuestros errores, con la voluntad de recuperar el tiempo perdido y con el compromiso de trabajar con el esfuerzo preciso para el buen gobierno, el progreso y la cohesión social de Terrassa.