Hacer con ellos … ¿Qué?
-Todo lo que se quiere. Se tiene poder sobre ellos.
Y nada da un poder mayor sobre los hombres que las mentiras.
Porque esos hombres, hijito, viven de ideas.
Y estas ideas se pueden dirigir. Ese poder es el único que cuenta.
(Michael Ende, "La historia interminable".)
Durante este otoño que se nos escapa, me he estado acordando de Antonio Machado cuando por voz de Juan de Mairena decía que "en los momentos de grandes choques que conmueven a los pueblos la opinión muestra en su superficie muchas prendas que estaban en el fondo del baúl de las conciencias". En el pasado, la dictadura franquista inoculó miedo, terror y mucha mediocridad para poder gobernar. Y ahora me he quedado estupefacto al observar ciertos estilos de hacer política.
Señora Arrimadas y señor Albiol, no se les puede dejar a ustedes el inverosímil monopolio de las pasiones por la educación. Una cosa es la moral y otra, la política. Si imperase la moral no tendríamos paro, ni marginación, ni racismo, ni violencia de género. Lo que nos dicen ustedes sobre educación es contrario a la moral; porque la política opone intereses y valores. Una elección es una lucha, una relación de fuerzas, y es mejor que una guerra civil. Queda claro que uno debe evitar votar a quienes siembran el odio. Se vota al que lucha por algo que creemos justo, al que propone la dirección que nosotros deseamos para el país. En política no se trata de no mentir nunca sino de mentir lo menos posible y, lejos de angelismos moralizadores, el poder pertenece a los más fuertes (en democracia, a los más numerosos). No se puede abandonar el poder en manos de cualquiera. El sujeto ideal para un partido político que odia no son sus militantes convencidos sino el ciudadano para quien la distinción entre hecho y ficción, entre verdad y falsedad, ya no existe.
Frente a los exabruptos, nosotros adoctrinamos en aprender a pensar, a reflexionar, a escuchar, a discutir, a dialogar; ante políticos faltos de cortesía, nosotros seguimos trabajando valores como la libertad, la democracia y el respeto. Nosotros adoctrinamos en el valor de la no violencia y de la paz para resolver conflictos. Una sociedad se pudre si socializa a sus ciudadanos en la indiferencia del "todo vale", en la resignación. Cuando aparece el mal uno intenta reflexionar sobre el pasado con el fin de buscar algún significado que nos ayude a comprender el presente. En la Europa de entreguerras, dos víctimas del mal totalitario, Sebastian Haffner y Stefan Zweig, decían que en una sociedad pasiva ganan terreno siempre las injusticias; la violencia, el acoso de todo tipo, la conculcación de derechos reaparece en cada época histórica con formas distintas.
Durante este otoño hemos tenido que aguantarnos y ser muy educados delante de tanta mentira sobre nuestro trabajo en las aulas: acusar de que estamos sembrando entre nuestros alumnos el odio hacia España es una auténtica canallada. ¡Qué barbaridad, cuántas mentiras! Todo ello dentro de un contexto de judicialización generalizada. ¿A qué extremos hemos llegado para que cualquier opinión sea catalogada como delito de odio? Como ciudadano y como historiador observo que la división de poderes es muy débil en España. Esta ilustrada ilusión se ha quebrado cuando se decide encarcelar la libertad de expresión y manifestación. Es una crueldad que a políticos escogidos democráticamente en unas elecciones se les encarcele a las veinticuatro horas de haber recibido una citación judicial, como si fuesen asesinos, por un supuesto delito penado hasta con treinta años de prisión. ¡Cuánta prisa! Cuánta diligencia si lo comparamos con la historia más reciente de los procesos judiciales en España o con la actuación del Constitucional suspendiendo la entrada en prisión de los ultras de extrema derecha condenados por acciones violentas.
La mentira sistemática es una gran arma. Se trata de ganar las elecciones a costa de lo que sea. A qué cotas de mediocridad hemos llegado, cuando mis alumnos de bachillerato me comentan que vieron al jefe del partido de Ciudadanos, al señor Rivera, haciendo pasar un mapa lingüístico por un mapa político en un debate en el Parlamento español. Por lo visto quería demostrar ridículamente (con un libro del Club Super 3) que hay una conspiración de libros de texto para adoctrinar en favor de la independencia de Catalunya. ¿Quién adoctrina a quién?
Ellos se aferran a prejuicios. Disponen de un repertorio de palabrería barata que procede de tertulias que se retroalimentan más de insultos a la inteligencia que de razonamientos. Hay casos en que la resistencia a la reflexión es invencible, pero la actitud de Arrimadas, Albiol y sus compañeros de viaje del PSC-Sociedad Civil Catalana es insultante e irracional, dirigido equívocamente a los últimos de la clase, a quienes seguramente subestiman. Además no contribuyen a la innovación educativa porque, antes que ustedes, hay otros que dijeron en el año 1927 que al usar la lengua catalana "es absolutamente imposible dar educación integral a nadie, ni en ningún ramo del saber humano"; un diputado españolista decía en un debate parlamentario en las Cortes el 21 de junio de 1936: "Han sido los maestros los que han creado el catalanismo antiespañol"; este mismo año diarios como El Imparcial subrayaban: "Antes que el Estatuto la guerra civil", y un político de extrema derecha, el Dr. Albiñana, sostenía durante el verano de 1934 que había que "encarcelar y procesar por delincuentes comunes a todos los que se titulan gobernantes catalanes". Les pido un respeto.
No nos priven de la dignidad profesional, porque la privación de la dignidad no es más que una potencial privación de la vida. No se puede aprender, enseñar y trabajar con coacción y miedo, es una mala estrategia. Un profesor, una profesora, es o habría de ser una entidad social muy importante; sí, ya sé que no es así, pero no deberíamos bajar la guardia en la conservación de nuestra dignidad profesional.
Recuerdo los primeros cursos de primaria en uno de los pocos colegios nacionales que tenía Terrassa. Mi maestro sabía, y así nos lo decía, que viniendo de donde veníamos nunca seríamos tan grandes como aquel militar que nos miraba permanentemente. Como vivíamos en una zona de desorden público, -donde se reclamaban mejoras para el barrio- mi maestro se ponía furioso y nos asustaba. Nos decía, de forma ininteligible para nosotros, que la Ley era sagrada e inmutable. Muy pocos como él se ponían tan estupendos, cuando decía con vehemencia que el Caudillo de España era nuestro líder porque había conseguido, mediante una Cruzada, que España no se rompiera. Un tiempo más tarde entendí, sin compartir, lo que decían algunos: antes que la verdad está la unidad de España; percibí también los siniestros recursos que caracterizan la pervivencia de un régimen totalitario. ¡Qué tiempos aquellos, qué barbaridades escuchábamos! Hoy los tiempos han cambiado. Los modos de enseñar y aprender son distintos.
La historia es una forma específica de conocimiento que no trata de presentar únicamente una sucesión lineal de acontecimientos recitados y memorizados. Se trata de hacer patentes todos los aspectos que confluyen en una actitud política, civil o militar, con sus interrelaciones, y verificar las consecuencias que produce.
Decía Pierre Vilar que la historia servía para saber leer un periódico situando las cosas que hay detrás de las palabras. Adoctrinamos a los alumnos en localizar hechos, buscar causas y aprender que un hecho histórico no está al margen de un contexto histórico.
Sin duda vendrán tiempos mejores. Indudablemente, la esperanza y el optimismo aparecerán otra vez tras la niebla. Anhelando que no haya nadie por motivos políticos o ideológicos en prisión, seguiremos trabajando con una actitud irrenunciable que consiste en razonar, preguntar y criticar. Nuestro año escolar ha vivido un otoño gris, espero que disfrutemos de un invierno plácido con algún que otro aguacero, una primavera democrática y poder concluir nuestro trabajo docente a las puertas de un verano en libertad. Ciudadanos de Terrassa: ellos acusan, ¿nosotros adoctrinamos?
* El autor es profesor de secundaria