Hoy empieza el periplo judicial del destituido Govern de la Generalitat y de la mesa del Parlament tras la declaración de independencia y la inmediata aplicación del artículo 155 de la constitución en Catalunya. Han pasado pocos días, pero han sido de una intensidad extraordinaria. Empieza un nuevo tiempo que tampoco sabemos a dónde nos va a llevar. Lo único que tenemos claro es que nos dirigimos a unas elecciones relámpago convocadas por Mariano Rajoy de resultado más o menos previsible, que, aunque pretenden situar a Catalunya en un escenario de normalidad, no van a solucionar el problema de fondo, porque el independentismo no se crea ni se destruye, se transforma.
La cuestión está ahora en ver los resultados de la gestión tanto política como judicial del asunto. El viaje de Carles Puigdemont y algunos de sus consellers sitúa la defensa del Govern en el plano internacional, pero genera muchas incógnitas y también algunas contradicciones. Puigdemont ha realizado una apuesta fuerte. Lo que pudiera pensarse que ha sido el fin del procés o, mejor dicho, la forma en que se ha gestionado, ha restado enteros a la solvencia del movimiento tanto dentro como fuera de Catalunya. Carles Puigdemont, desde Bélgica, intenta ahora poner en cuestión la calidad democrática española y especialmente la independencia del sistema judicial. Si consigue eludir la euroorden de detención porque la justicia belga considera que no hay garantías suficientes en su procesamiento, recibirá un importante espaldarazo, pero si, por el contrario, Bélgica considera que debe ser entregado a los jueces españoles, el descalabro puede definitivo. Es una apuesta a doble o nada no exenta de riesgos.
En el plano de las contradicciones está el hecho de querer mantener “activo” un Govern dividido en dos, que ha aceptado las elecciones al amparo de la Constitución, que no controla la administración catalana y que empieza a perder conexión, o al menos así lo parece, con el movimiento social en el que se ha apoyado hasta ahora. No perdamos de vista que es en este momento la ANC la que mantiene el pulso e incluso podríamos decir la iniciativa de la estrategia independentista al haber convocado una reunión con el objeto de presentar a las elecciones una lista única.
Con respecto a la gestión del Gobierno, haría bien Mariano Rajoy en no revestir su éxito estratégico en una humillación de las instituciones catalanas.