Hoy es el día dos de la encarcelación de Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, los presidentes de Assemblea Nacional de Catalunya y Òmnium y también se está a un día del plazo que tiene Carles Puigdemont para confirmar que las instituciones catalanas siguen bajo la legalidad española o se sitúan en el plano de una independencia de facto, haya sido declarada o no. La tensión que parecía amainar con el tono prudente que los dos presidentes habían utilizado en su intercambio epistolar fue dinamitado con la orden de ingreso en Soto del Real de los máximos representantes de las entidades soberanistas que han mantenido en la calle la llama del independentismo en apoyo de la hoja de ruta del Govern de la Generalitat.
La decisión de la jueza de la Audiencia Nacional Carmen Lamela puede analizarse desde un punto de vista de técnica jurídica, desde una perspectiva política y también social. En cualquiera de esos ámbitos es susceptible de crítica, como lo sería la encarcelación de Josep Lluís Trapero al que la fiscalía tiene todavía en su punto de mira. Pero las consecuencias de esa decisión hay que buscarlas no tanto en su vertiente jurídica, sino en lo que a la política y a la perspectiva social se refiere. El mal ya está hecho y ahora tanto Govern como Gobierno, Puigdemont y Rajoy, deben gestionar la situación. Ambos gobernantes deben tomar en pocas horas decisiones de una trascendencia extraordinaria, difíciles en cualquier circunstancia, pero extremadamente complicadas en un escenario de movilización ciudadana permanente como consecuencia de la encarcelación de los “Jordis”.
No es fácil para Rajoy la aplicación del 155, del que no se tiene otra experiencia en la historia de la democracia española que la advertencia de Felipe González a Canarias a finales de los 80. Los pasos deben ser milimétricos y ahora Europa y el Mundo están mirando. Pero mucho menos lo es la gestión de la situación en Catalunya para Carles Puigdemont en un momento en que recibe presiones de las posiciones más radicales (la CUP ya ha dicho que la independencia será declarada en pocos días) por un lado y le conminan a echar el freno quienes hasta hace unos días le animaban a lo contrario. A ello hay que unir el goteo inacabable de la huida de empresas, ya más de setecientas, y de capitales o la caída del turismo en pocos días, cifrada ya por el sector por encima del 15 por ciento en las reservas.