Sí, estaría bien un proyecto de esos que la ciudad comenta con ilusión e incluso pueda criticar con cierta vehemencia. En los últimos años del siglo XX Terrassa afrontó dos grandes obras de trascendencia histórica; uno fue el soterramiento de la linea de Renfe al paso por la ciudad y el otro, el gran parque de Vallparadís, obra fundamental de la Terrassa moderna. La transformación de la ciudad para los Juegos Olímpicos de 1992 también fue ilusionante, aunque era un proyecto con otro perfil. Desde entonces, la prolongación de la linea de Ferrocarrils de la Generalitat hasta Can Roca ha sido la gran obra de la ciudad.
Se ha hablado de proyectos de envergadura. Uno de ellos fue la prolongación de la rambla hasta Les Fonts, que implicaba la construcción de una gran rotonda en el entorno del Palau de Justícia y el otro que hubiese contribuido sin duda a cambiar el perfil de la ciudad hubiese sido el cubrimiento del trasvase de la riera del Palau desde prácticamente Pueblo Nuevo hasta la Maurina. Ambas iniciativas se basaban en un modelo de crecimiento de la ciudad en el que ya no podemos confiar, basado en la especulación inmobiliaria y en el retorno de parte de los beneficios de los promotores que, por supuesto, repercutían en los compradores de vivienda. De hecho existe alguna sentencia en referencia al proyecto de la riera del Palau que habla de la imposibilidad de obligar a los promotores inmobiliarios a sumir coste alguno de las obras de cubrimiento, como se pretendía en un principio.
Ahora debemos conformarnos con pequeñas partidas para el mantenimiento de la ciudad y seguir enjuagando el déficit municipal. Esa perspectiva, en un momento como el que atravesamos, saliendo de una crisis y buscando nuestro lugar en el mundo no debe ser una postura criticable. Es verdad que la ciudad necesita mantenimiento y limpieza. La búsqueda de un gran proyecto, de un banderín de enganche ciudadano, que no está siendo el agua por muy importante que sea el proceso, no debe restar importancia a la gestión del día a día. Aunque es cierto que quizás se deban afinar más los presupuestos, para que los remanentes reviertan efectivamente en la ciudad de forma directa, ese gran proyecto de ciudad que reclama parte de la oposición debe ser identificado y consensuado por todos, especialmente su financiación; los fondos europeos ya no son el maná de otrora.