Esta semana se ha empezado a aplicar en Catalunya el controvertido impuesto a las bebidas azucaradas. El debate está abierto y se mantendrá, pero probablemente no durará mucho. Los argumentos en favor de su aplicación se refieren esencialmente a la necesidad de frenar su consumo para paliar la obesidad y la diabetes, en especial entre la población infantil y juvenil. En contra, que se trata de una iniciativa discriminatoria y que las bebidas azucaradas son únicamente un elemento más de una problemática mucho más transversal.
En realidad no es un tema pacífico puesto que vistas las informaciones que se están publicando últimamente sobre productos como el aceite de palma, dicho sea únicamente para citar una ejemplo, puede parece que gravar las bebidas azucaradas sea no sólo ineficaz, sino absolutamente insuficiente. Es decir, partiendo de la base de que las bebidas azucaradas son un elemento más de la nutrición de una parte importante de la población, parece contradictorio que no se graven de la misma forma, por ejemplo, la bollería industrial, factor sin duda de riesgo en lo que a la obesidad y a la diabetes se refiere. Por qué se aumentan los impuestos en las bebidas y no en la bollería. Estamos hablando de afectaciones similares. Por otra parte, hay quien considera que de la misma manera que se aumentan los impuestos en este tipo de alimentos, se deberían bajar en otros saludables, como los propios de la dieta mediterránea.
Por otra parte, debemos reflexionar sobre el efecto disuasorio que tendrá en un consumidor el aumento del precio de una lata de refresco en un 7 por ciento. El precio es mínimo y la componente de concienciación que genera el debate como consecuencia del aumento de precio se perderá en pocas semanas, cuando asumamos sin más la nueva situación.
Por tanto, sin entrar a cuestionar la bondad de la aplicación del incremento en la fiscalidad a las bebidas azucaradas, podríamos convenir que se trata de una medida poco eficaz por aislada, ya que debería ir acompañada de otras acciones de la administración que fomenten hábitos alimentarios saludables. La pedagogía en torno a la alimentación, la alimentación consciente de las familias debe ser un objetivo que no se consigue subiendo unos céntimos una lata de cola. En ese sentido, no estaría de más que el aumento obtenido por la administración con el nuevo impuesto revierta en campañas que promuevan una alimentación sana.