Opinió

Sobre la confluencia de izquierdas en Catalunya

Desde el 2014 se ha consolidado una nueva forma de hacer política en este país. Sobre todo se ha consolidado una nueva forma de organización autoproclamada de la ciudadanía.

Cuando apareció el tsunami de Podemos, en Catalunya la izquierda estaba fraccionada entre los partidos institucionales (ICV, EUiA, CUP, PSC, ERC) y las plataformas sectoriales (PAH, Marea Blanca, Marea Verde, etcétera) y generalistas como Procés Constituent, y otras de carácter más localista originadas por el nacimiento del 15-M.

Ésa fue la base de donde se alimentaron las confluencias municipalistas iniciadas desde Barcelona en Comú y que en nuestra ciudad se clonó en Terrassa en Comú.

En Barcelona se está intentando transformar esa experiencia participativa desde las bases abiertas en algo totalmente diferente en formato de partido, anulando las raíces organizativas históricas de ICV y EUiA más los "ciudadanos". La izquierda marxista histórica ha cedido desde el inicio de este proceso a las propuestas de esa amalgama ciudadana de tintes tan variados en el pensamiento y en los objetivos reales.

Esta segunda fase ha sido rechazada por Podem Catalunya porque entiende la confluencia como un proceso común pero sin perder la identidad orgánica del partido. Ambas fórmulas pueden ser válidas si su base es realmente sincera, aunque la experiencia pasada nos lleva a poner algunos interrogantes a estos procesos.

En estos casi tres años de experiencia podemos deducir algunas realidades palpables. El hecho de estar en frentes diversos sin un fin común realmente transformador hace que la esencia de lo que se defiende se vaya diluyendo poco a poco por la falta del compromiso militante ante un proyecto político realmente de cambio, no tanto de cambio dentro del sistema capitalista, sino de cambio hacia otro modelo económico de reparto de la riqueza a partir del poder del pueblo. En otras palabras, con el cambio de modelo donde el poder del capital financiero desaparezca en beneficio de los intereses populares de la gran mayoría de los ciudadanos.

A día de hoy, de los que están militando en las organizaciones de base pocos tienen un objetivo rupturista, más bien se intenta humanizar al propio sistema capitalista, olvidando que la esencia del sistema es la explotación del hombre por el hombre y el enriquecimiento brutal y sin leyes que le impidan conseguirlo.

Por otro lado el hecho de que no exista ese compromiso militante con un alto grado de conciencia de clase hace que los arribistas pululen descaradamente por los diferentes frentes, o convirtiendo los foros de debate y militancia en grupos dirigidos por gurús de lo social.

Por supuesto que esta consideración no la hago extensiva a la mayoría de personas implicadas en esa lucha diaria que, de forma honesta y humilde, nutren las diferentes plataformas ciudadanas, pero sí a esos que casi sin dar un palo al agua ya están en Madrid de asesores (figura implantada por el bipartidismo para extender el chollo de vivir de lo público a aquellos que nadie les ha votado), y que ahora van en la lista de mando del futuro partido nacido de En Comú Podem para decidir por todos nosotros. Su única aportación es estar licenciado en Ciencias Políticas y el mérito de estar al lado y en el momento justo de quien le podía bendecir. Eso ya lo hacía la vieja política.

En Terrassa se inició el proceso de confluencia en julio del 2014 con un espíritu muy distinto al que ahora existe en torno a la candidatura de Terrassa en Comú.

La propia esencia del proceso nos demuestra el camino erróneo. Lista cerrada en las primarias para los seis primeros puestos (repartidos entre los "ciudadanos" y ICV) que fueron los que realmente salieron elegidos en las municipales. La falta real de consolidación de estructuras participativas ciudadanas en los distritos (lo que se conoce como las audiencias, por cierto muy minoritarias desde el inicio del proceso).

Falta una política municipal de choque contra la política municipal del PSC dentro del Ayuntamiento, nutrido hasta límites inaceptables de estómagos agradecidos que cada cuatro años pasan por la "puertas giratorias". O esas sociedades como el Parc Audiovisual, verdadero engullidor de recursos económicos públicos, o la Societat de l’Habitatge, que quiso jugar a promotora inmobiliaria y pagó su osadía en el mercado igual que cualquier otra promotora mercantil privada, mientras se cubrían de nuestras aportaciones fiscales los recursos económicos que exigían los bancos por la deuda contraída.

Todo esto está pasando porque el resto de implicados en el proyecto, ésos provenientes de las otras organizaciones políticas participantes, optaron por quedarse fuera de las instituciones, situándose por tanto al margen del proceso electoral y dejando que la minoría "ciudadana" conformara la nueva opción de hacer política que al final es más de lo mismo.

Mientras pasa todo esto, la verdadera ciudadanía, esos miles de hombres y mujeres que habitan nuestra ciudad, siguen su vida sin que nadie se acuerde de que ellos y ellas deben ser los actores principales y no meros espectadores circunstanciales.

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