Para una noticia buena, o por lo menos que tiene su lado positivo, tengo que tragar saliva y convencerme de que aquí no ha pasado nada, que aquí todo va a seguir igual, o sea, a peor.
Me refiero a la entrega de la medalla al Mérito Civil de Alfonso X el Sabio a Don Francisco Luzón, uno de los pocos banqueros que en sus muy numerosos e importantes cargos (BBVA, Argentaria, Santander) demostraron su honradez y un buen hacer profesional. Ganó dinero honradamente y nunca se le conoció una "línea torcida".
Pero contrajo una de las peores enfermedades conocidas, como es el ELA, esclerosis lateral amiotrófica, y con enormes esfuerzos económicos, estancias en Estados Unidos y sistemas sofisticados ha conseguido superar los 4 ó 5 años de vida lastimosa que tal enfermedad concede. Ha constituido la Fundación Luzón con el objetivo de reunir neurólogos especialistas en el ELA y, uniendo esfuerzos de los muchos y buenos investigadores a los que o no les llegaban ayudas o se las han recortado drásticamente, luchar contra esa lacra que tiene atormentados a unos 4.000 españoles, de los que cada año mueren cerca de la cuarta parte, número parecido al que la contraen.
Que la entrega la hiciesen las personalidades que lo hicieron, dando la impresión de normalidad, parece ir en la misma línea que las sentencias que se vienen pronunciando, sobre todo ese magma infectado por la corrupción, donde los fiscales hacen de defensores, las confesiones "absuelven" pero sin necesidad de restituir lo robado, las penas de inhabilitación son de docenas de años si la sentencia va contra un jubilado y de uno o dos años si el personaje está en plena forma, causando risas, cuando no nuevos fueros a los sentenciados.
Otros se van "de rositas", con colegios, guardaespaldas y sueldos asegurados y alguno de los que quizás estaban mejor informados, aun habiendo confesado públicamente hace ya años, no ha visto moverse una rama de su amplio árbol genealógico, seguramente como consecuencia de aquella famosa amenaza, hecha públicamente.
La sucesión de confesiones, fiscales, defensores, sentencias suavísimas, no comparecencias ni molestias, e incluso algún que otro indulto, me hace barruntar que nos encontramos ante un panorama que se me antoja descorazonador.
Y, mientras, prácticamente todos nuestros políticos, entre el no gobierno, las vacaciones de medio año, la ausencia de presupuestos y el tiempo dedicado a "enredar" y dar ejemplo de actitudes deplorables, han conseguido que se vayan contagiando a cuantos detentan algún poder, especialmente en las grandes ciudades donde la mayor parte de disposiciones son de sonrojo.
También a la sociedad entera, que va derivando hacia el descontrol en casi todos los frentes. Al mismo tiempo, aunque algunas estadísticas demuestren lo contrario, nuestros datos macroeconómicos no cesan en su eterno y preocupante deterioro.
Por si fuera poco, sus señorías nos obsequian con sesiones parlamentarias como la del pasado jueves, día 16, donde la responsabilidad brilló tan por su ausencia como para tomar medidas importantísimas, como la de prohibir que se corte la cola a los perros, mientras se nos obliga a "encajar" esa megamulta diaria de Europa por no dar solución al disparate de los estibadores y varias lindezas más.
Además, nos anuncian, sin decirlo, que nos quedamos sin presupuestos, sin gobierno y abocados ya a unas nuevas elecciones.
Y, mientras, pueden seguir creyendo que los recortes a los que nos seguirá obligando Europa pueden pasar aún por un aumento del aparato público, el mantenimiento íntegro de sus privilegios y por seguir ahogando a más familias y pequeños empresarios.
Pensar así, en la situación que se encuentra media España, es simple y llanamente jugar con fuego.