Opinió

Firme

Antoni Abad, presidente de la patronal vallesana Cecot, se reafirmó ayer en su voluntad de presentarse a las próximas elecciones de Foment del Treball que ahora preside el que podría denominarse como su gran adversario en el ámbito del asociacionismo empresarial catalán, Joquim gay de Montellà. Son dos formas de entender la empresa, dos formas de entender la interrelación de los actores económicos con la sociedad y dos formas de entender Catalunya. Abad insiste en la necesidad de que los actores económicos catalanes no sean meros espectadores ante debates de gran importancia de índole empresarial, económica y también social. Abad no rehuye ninguno de esos debates y defiende una posición proactiva y decidida ante asuntos como la fiscalidad, la formación profesional, las infraestructuras la energía o la política industrial estatal y, por supuesto, catalana. Y cómo no, de soberanía.

Probablemente sea ese, el proceso independentista, la cuestión que más ha distanciado a los presidentes de Cecot y Foment o bien, su diferencia de criterios se haya catalizado a través del discurso en torno al procés soberanista. Gay de Montellà ha llegado a decir que el soberanismo ha ahogado el catalanismo mientras que Antoni Abad no sólo se ha pronunciado abiertamente en favor del derecho a decidir, sino favorable al proceso de independencia.

La cuestión de la celebración de la Nit de l’Empresari durante tres años consecutivos en Barcelona puede ser incluso anecdótica y la excusa perfecta a la que se agarra el presidente de Foment para intentar “castigar” las veleidades de Abad. Es probable que Gay de Montellà, que no puede presentarse a la reelección, esté midiendo las fuerzas de uno y de otro en el seno de Foment por cuanto anunció una votación en la que se decidiría sobre la expulsión de Cecot de Foment como consecuencia de considerar que ha vulnerado sus límites territoriales. Esa votación no se llevó a cabo y se constituyó una comisión bipartita para tratar el asunto.

Abad, con la habilidad que le caracteriza anunció tres días antes de que Gay de Montellà hablara del proceso de expulsión de Cecot, su voluntad de presentarse a las elecciones a la presidencia de Foment, aún cuando todavía quedan dos años. El pulso se mantiene firme y el empresariado catalán deberá decidir en algún momento si tiene una sola voz o dos en los asuntos que le competen y le preocupan.

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