Opinió

Un antes y un después

Hoy hace veinticinco años de la inauguración de las instalaciones olímpicas terrassenses. Aquel día Terrassa empezó a vivir su particular sueño olímpico, que debía acoger la competición de hockey. La ciudad se jugaba mucho en aquel envite. Las presiones para que el hockey no se desarrollase en Terrassa fueron intensas y una de las bazas importantes con que contaba la ciudad era con el proyecto de una oferta de instalaciones modélicas. Y así fue. El hockey de 1992 disfrutó de unos recintos históricos con tres campos a disposición de las selecciones participantes y a media hora de camino de Barcelona y no sólo eso, sino una ciudad entregada que empezó a vibrar con los juegos el día en que las instalaciones se vistieron de largo.

La historia de los juegos en Terrassa es la historia de una voluntad y también de una ilusión. Era una oportunidad histórica por lo que significaba para la autoestima de los terrassenses, la posibilidad de proyección exterior que significaba y, por qué no, por la “herencia” que los juegos en muchas formas podían dejar en la ciudad, también en forma de instalaciones. Ha habido opiniones de todo tipo sobre las instalaciones olímpicas, pero no cabe duda de que significaron un espaldarazo importante para el deporte de Terrassa después de la celebración de los juegos. Pocas ciudades pueden presumir de tener prácticamente en el centro de su casco urbano un complejo como el del Àrea Olímpica. El viejo campo de fútbol del Terrassa F.C. cedió el testigo a un nuevo campo moderno y funcional que contribuyó a la recuperación social y deportiva del club, sumido en una crisis que le llevó a la Regional Preferente. El Club Natació Terrassa fue también un gran beneficiado al hacerse cargo de la gestión del resto de las instalaciones. La obsoleta pista de atletismo, que no siquiera cumplía con las medidas reglamentarias, se sustituyó por un terreno de juego polivalente en el que el club ubicó su sección de fútbol. Las pistas del deporte escolar también pasaron a ser gestionadas por el club de Natació y el Camp Federatiu de hockey, ahora a punto de remodelarse, ha permitido que Terrassa continúe siendo un eje fundamental en la estructura de ese deporte en el estado español.

Probablemente, con la perspectiva del tiempo y la experiencia que dan estos veinticinco años, podamos pensar que el proyecto pudo ser mejor pensando en el día después de los Juegos, pero no cabe duda de que aquellas instalaciones han sido sumamente beneficiosas para la ciudad. El reto siempre ha estado en su mantenimiento.

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