Ayer llegó el tan esperado “black friday”. La ciudad respiraba y se movía diferente ya de buena mañana con inusual número de personas hormigueando, especialmente por el centro. El ambiente recordaba al de las grandes ocasiones, al de los días previos a la Navidad. Muchos terrassenses pergeñaron sus compras a lo largo de la semana para lanzarse a una desatada fiebre compradora a lo largo del “BF”. Prueba de ello era el también inusual tráfico de personas con bolsas saliendo y entrando de los comercios. Debió ser un buen día o al menos lo suficiente como para dar por bien empleado el esfuerzo de los comerciantes en conformar sus ofertas. Decíamos ayer que el “black friday” ha llegado para quedarse y el trajín de ayer es la muestra evidente.
Curiosa y paradójicamente, el que lleva camino de convertirse en el día gran del consumo por naturaleza, coincidió con el inicio del Gran Recapte, la iniciativa que en toda Catalunya anima a la solidaridad en favor de los que no tienen recursos. Per fijémonos bien, porque no se trata de simples desfavorecidos, se trata de personas que ni siquiera tienen para comer. Las bolsas con las compras convivieron con las que los voluntarios recogieron para llenar los contenedores con los donativos en forma de aceite, conservas o alimentos infantiles que deben llenar la mesa de un número obsceno de personas que no tienen con qué alimentarse. Es la esquizofrenia de un país que tiene en la desigualdad su seña de identidad. Se hace difícil decidir si es poco adecuada o pertinente la coincidencia; en todo caso, al menos, que una cosa sirva para que no olvidemos la otra.
Y al hilo de las movilizaciones, ayer la ciudad se activó por una tercera cuestión, la violencia sobre la mujer, en conmemoración del asesinato de las dominicanas hermanas Mirabal. La movilización no fue tan numerosa, pero igualmente intensa. Las cifras nos provocan una cierta impermeabilización a un problema que está tan presente entre nosotros que debería aterrorizarnos. En España han muerto un total de 866 mujeres en los últimos trece años. En 2016 han muerto ya 40 mujeres como consecuencia de la violencia machista. Se estima que el 12,5 por ciento de la población femenina de 16 años o más ha sufrido violencia física o sexual por parte de sus parejas en algún momento de sus vidas y que sólo el 22 por ciento de las mujeres que sufren agresiones en Europa acuden a denunciarlo a las autoridades. Las cifras son frías, pero conviene tenerlas presente y pensar en el drama humano que cada una de ellas esconden.