Ayer, lunes, 21 de noviembre, fue el Día Mundial de las Personas sin Hogar. No sólo son personas en situaciones extremas, gente que vive en la calle, que duerme en cajeros o a la intemperie, a menudo olvidamos que una persona sin hogar es cualquiera que, como todos, debería tener asegurada una vivienda digna, pero que no goza de ese derecho. Por desgracia, en Terrassa, en Catalunya y en el Estado español, muchísimas personas viven sin tener asegurado un bien tan básico y necesario. Por ello, debemos ponernos en la piel de los demás y esforzarnos por entender los caminos por los que esta penosa situación ha llevado a muchos ciudadanos.
La imagen que nos viene a la cabeza hoy cuando hablamos de "okupas" y "okupaciones" no es la misma que teníamos hace unos años, ya no son sólo jóvenes que quieren reivindicar el uso de espacios abandonados, ahora se han sumado a la opción "okupa" personas de todo tipo que se han visto arrastradas por la fallida de un sistema deficiente, por utilizar un término suave. Familias con niños y niñas que tuvieron que elegir entre comer y pagar la hipoteca, personas de mediana edad que perdieron su empleo y no fueron capaces de remontar, parejas jóvenes ahogadas por el pago de un piso en el que se metieron con toda la ilusión, pagando el precio desorbitado que marcaba un mercado voraz, con la colaboración necesaria de unos bancos irresponsables y cómplices de este sistema absurdo en el que casas vacías se pudren mientras hay gente sin techo. Sin embargo, todavía hay mucha gente que cree que la mayoría de la gente que "okupa" pisos son caraduras que no quieren pagar alquiler ni hipoteca, que conducen buenos coches y tienen televisores de 50 pulgadas. No niego que haya "jetas", pero os aseguro que no son mayoría, ni mucho menos. No es de extrañar que haya quien crea que la mayoría de los que "okupan" son estos aprovechados, porque los verdaderos culpables tienen grandes altavoces que favorecen este tipo de imágenes que distorsionan la realidad y están encantados de que señalemos a otros y de que no seamos conscientes de los dramas que llevan a mucha gente desamparada a entrar por la fuerza a una vivienda -no lo olvidemos, vacía- que no es la suya.
Que no nos engañen, la gran mayoría no está en esta situación para ahorrarse el alquiler o la hipoteca, estoy seguro de que preferirían tener una estabilidad y solvencia económicas que les permitieran pagar la letra como casi todos han hecho toda la vida, hasta que llegó el tsunami de la crisis. Muchos viven esta situación incluso con vergüenza, pero se han quedado sin opciones. Por eso tenemos que hablar de "okupas" en positivo, de cómo regularizar la situación de los que actúan con civismo y responsabilidad, tenemos que buscar la forma de evitar los "enganches" a la luz -principalmente por el peligro que suponen- y, en definitiva, ayudar a esas personas que cuando todo iba bien confiaron en un banco y que cuando todo se torció fueron desahuciados de sus hogares sin contemplaciones. Personas que quieren vivir y convivir en paz.
Por otro lado, no podemos negar que entre los "okupas" también hay gente con actitudes tóxicas que envenena el clima de la comunidad de vecinos. "Jetas" que no respetan unas normas mínimas de convivencia y que alteran a sus vecinos, viviendo sin pagar alquiler, suministros ni comunidad y con una actitud inadecuada. Mediadores del Ayuntamiento intervienen en las comunidades vecinales para cuidar la convivencia y hacer lo posible para que reine la paz, aunque no siempre lo consiguen. Es indignante e injusto y actuaremos en consecuencia. Por suerte no son mayoría, aunque hagan mucho ruido.
Tampoco son mayoría, pero es más indignante aún si cabe, los que se aprovechan de la desgracia ajena, los que intentan sacar beneficio de los más vulnerables. Además de los bancos, que rompen los proyectos de vida feliz de las familias a las que desahucian, hay desalmados que se dedican a vender llaves de estos mismos pisos que los bancos tienen vacíos. Es absolutamente repugnante, pero en Terrassa les perseguiremos y multaremos, pues están especulando unos y estafando otros con un bien básico. Nuestro gobierno ya sabe lo que es multar a quienes actúan de esa manera. Ante esta terrible situación, los bancos "sueltan" con cuentagotas cien pisos al año para alquiler social, la mayoría de ellos en ruinas. Hay propietarios que especulan con miles de viviendas vacías durante años, dejando que se deterioren, sin darles ningún uso y sin control ni mantenimiento. Mientras, familias sin hogar que se ven obligadas a vivir con familiares que los acogen, en muchos casos ancianos con pequeñas pensiones que se hacen cargo como pueden de sus hijos y nietos. No sólo es injusto, es inhumano e inmoral.
Los ciudadanos pueden estar seguros de que el Ayuntamiento ayudará a aquellas personas que se han visto forzadas a entrar a una vivienda, pero que sólo buscan vivir dignamente y dar un cobijo a sus familias, respetando siempre la convivencia. En cambio, perseguiremos sin tregua a los que especulan, a los "jetas" que sólo buscan vivir de gorra y a los que alteran la armonía de las comunidades de vecinos. Y, cómo no, seguiremos señalando y buscando la forma de sancionar a los bancos que permiten que haya personas malviviendo de forma precaria, sin un contrato, lo que les impide acceder a suministros legalmente dando pie a los peligrosos "enganches", incendios, inundaciones, etcétera y convirtiéndolos en verdaderos ciudadanos de segunda.
Todo debería ser más sencillo. Sin desahucios, no habría nadie en la calle. Sin pisos vacíos, no habría ocupaciones.
El autor es regidor de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Terrassa