La T-Mobilitat debe ser la solución a los problemas de movilidad en transporte público en el área metropolitana se refiere. Se trata de una tarjeta inteligente que adaptará trayectos y tarifas a la cotidianidad del usuario. Lo que se pretende es personalizar el diseño del título de transporte en función de las necesidades específicas del viajero. Es por ello que la T-Mobilitat viene para ser la alternativa al agravio que sufren Terrassa y los terrassenses al estar la ciudad incluida en la Zona 3 del sistema tarifario integrado. Pero debido a la complejidad de su despliegue sufrirá un retraso hasta 2018. Parece ser que ese retraso no afectará a Terrassa, porque en otra decisión que viene a agravar el agravio, su aplicación a los viajeros terrassenses ya estaba previsto que fuese posterior a los afortunados de las zonas 1 y 2. En cualquier caso, dado que el conseller Josep Rull nos pidió paciencia dentro de la zona 3 hasta la puesta en marcha de la T-Mobilitat; dado que no se pondrá en marcha cuando estaba previsto y dado que no hay ninguna garantía de que, visto lo visto, vaya a estar en 2018, no estaría de más que hasta que la nueva modalidad de título de transporte se ponga en marcha, Terrassa sea incluida, como debería haberse hecho desde un principio, en la zona 2 y tal como pidió el propio Rull en su momento.
La zona 3 terrassense se ha entendido siempre como una discriminación sólo comparable a la instalación del peaje de la autopista C-16 en Les Fonts. Las peticiones y las reivindicaciones desde la ciudad han sido constantes y de múltiples maneras. Se han firmado manifiestos, acuerdos unánimes de pleno, campañas en change.org e incluso una propuesta en un proceso participativo cuya obtención escapaba a las competencias municipales. Habría que estudiar qué lectura obtener de la aparentemente escasa influencia de Terrassa en Barcelona y si finalmente la opción de realizar una apuesta territorial por la gran área metropolitana podría ser la salida a esta situación, que en ocasiones se antoja desamparo.
No hay más que ver esta semana el anuncio de la negativa a construir la residencia de mayores en el barrio de Sant Pere. En ese sentido, a mayor abundamiento, vale la pena llamar la atención sobre la visita de la consellera de Ensenyament ayer a dos centros docentes locales. A pesar de ser su primera visita a Terrassa, no sólo no estuvo en el Ayuntamiento sino que sólo estuvo acompañada, como autoridad local, de la concejal del ramo, Rosa Ribera, en uno sólo de los centros. Pareció un desencuentro protocolario que de confirmarse no sería el primero.
La de ayer, por otra parte, fue una visita extraña, aderezada, como suele ser habitual, con la simpatía que caracteriza a ciertos personajes del séquito de los consellers, que se convierten ante los medios locales en una suerte de porteros de discoteca poligonera. Tema interesante el de la actitud de los barceloneses que atraviesan Collserola como si fuesen más allá del muro a una tierra ignota poblada por seres salvajes.
En todo caso, si nos incluyen en la zona 2 no se lo tendremos en cuenta; en absoluto.