Opinió

Progresistas

El Gobierno del cambio.” Desde tiempos de Felipe González, como un sonsonete, el PSOE (e incluso los comunistas y Podemos) repite cada campaña electoral, machaconamente, este eslogan o consigna, como un mantra, para invocar la divinidad, que para ellos supuestamente es la igualdad, y que vamos a intentar analizar desde la Historia.

Es como una antífona, una respuesta a la política de derechas; ésta consiste en ampararse en el deseo de mejorar del ser humano, que busca esa lucha por la vida, y, en ella, superando a la competencia, fabricar y/o vender más barato a la clientela. Los gobiernos conservadores de la derecha, conocedores de este deseo de emulación y superación, tratan de favorecer estas ansias, dando incentivos fiscales (bajando impuestos)€ Esta actitud permite a los empresarios contratar más personal para aumentar su negocio. El anticapitalismo que predicaba Kart Marx establece que esto es malísimo, y convierte al hombre en “lobo del hombre”, y para arreglarlo propone su primer gran dogma: abolir la propiedad privada y que todo pase al Estado, dueño de todo y planificador de todo (bueno, los otros dos grandes dogmas marxistas son: la abolición de la religión, que crea complejos de culpabilidad, y la sustituyen por la propaganda política; “el dogma del partido”, que dicta la conducta, la moral, que dice lo que está bien y lo que no, y, por ende, distingue a los buenos y señala a los malos. Y el tercer dogma es ya la felicidad completa: “el amor libre”, sin ataduras -léase, ruptura de matrimonios, divorcios, cambios de pareja€). Estos cambios se persiguen en un sistema mixto, donde la democracia, después de que la Segunda Guerra Mundial la ganase la ideología capitalista, antirracista y anticomunista, se instauró y consolidó en toda Europa. Por tanto coexisten y rivalizan ambos sistemas, mejor diría rivalizaron hasta que en 1985 desapareció la Unión Soviética, y el marxismo se demostró un sistema que acaba con la libertad, empobrece la sociedad y asegura el poder para siempre a una clase corrupta y represora, que dirige un Estado policial. Hoy renacen viejos comunistas, teñidos de nuevos justicieros, como los bolivarianos de Podemos o los de Txipras en Grecia, y otros populismos demagogos, que intentan confundir a la gente, pintándonos como a una sociedad tribal y tercermundista. Al cambio lo llaman “alternativa progresista”, pero supongo que lo dirán en el sentido progresivo de ir alcanzando sus fines, ya explicados; porque el “progreso” económico que procuran es más bien “retroceso”. Veamos: Felipe al llegar en 1982 al poder, dobló el precio de la gasolina al otro día; pasó el número de funcionarios de uno a tres millones (y el dinero para pagar a esos dos millones más de funcionarios salió de triplicar los impuestos). Eso sí, decidió que ellos, los políticos, debían dirigir las cajas de ahorros, y al cabo de treinta años las han arruinado (eran la mitad del sistema bancario español). También decidieron hacer su red clientelar en Andalucía, pagándoles a los trabajadores del campo el famoso PER (cobro de 11 meses a cambio de 40 peonadas al año); consecuencias: aumentar los impuestos a los empresarios que, por cada trabajador, tienen que pagar otro sueldo al Estado. Pese a estos “avances”, Andalucía, después de 40 años de gobierno socialista, sigue a la cola de todas las regiones en renta y en puestos de trabajo. Y España quedó después de 14 años de Felipe con dos millones más de parados, llegando a los 3,5. Por no hablar de las condiciones leoninas de la entrada de España en la Unión Europea, favoreciendo la entrada de productos europeos (ejem. coches ) sin arancel a los cinco años; mientras las exportaciones españolas, eran gravadas con diez años de arancel. Esto produjo el hundimiento de nuestra industria y la obligada reconversión industrial, el paro creció tanto que el gobierno de Felipe intentó disimularlo aumentando la permanencia obligatoria en la escuela hasta los 16 años. Si todo este “progreso”, desde una planificación estatal, es el “cambio” perpetuo que propugnan Sánchez e Iglesias, Virgencita, líbranos de él y que me quede como estoy.

To Top