Estos días se ha generado una viva polémica en torno al boicot que un grupo de jóvenes, supuestamente estudiantes de una universidad de Madrid, realizaron contra un acto al que acudían el ex presidente Felipe González y el presidente del grupo periodístico PRISA, Juan Luis Cebrian. El incidente, cuya forma no puede defenderse de la misma forma que su fondo, está sirviendo para generar un nuevo enfrentamiento entre el PSOE y Podemos, con la libertad como eje equívoco del debate.
El suceso, en sí, tiene poca discusión y probablemente sea incluso excesivo abogar por la libertad de unos y de otros a expresarse. Los estudiantes, lo fueran o no, tienen todo el derecho de manifestar su disconformidad con las ideas de otros, pero manifestarse de forma tan violenta hasta el punto de impedir que se lleve a cabo el acto programado, es difícilmente justificable. El hecho adquiere mayor relevancia por ocurrir en la universidad, donde la libertad, la democracia y el conocimiento adquieren el mayor de los sentidos.
En cualquier caso, es evidente que adquiere todavía mayor relevancia por cuanto se convierte en la principal noticia de la portada de un medio tan importante como El País en su edición de papel y también en la digital. Pero la gravedad del hecho, absolutamente injustificable, diga lo que diga Pablo Iglesias, no debe esconder que el trasfondo va mucho más allá y que se trata de una herramienta más que el PSOE quiere utilizar en su victimización de las agresiones de que se considera objeto por parte del Podemos en su búsqueda del anhelado "sorpaso".
Buena parte de los problemas que tiene en este momento el PSOE responden a que no está sabiendo gestionar lo que Podemos y la denominada nueva política, está significando para los esquemas políticos españoles. El socialismo español es el gran damnificado por la irrupción de Podemos, que habiendo conseguido un hito histórico, pecó seguramente de soberbia en las últimas elecciones en su intento de desbancar al PSOE como principal fuerza de la oposición. En cualquier caso, la pugna es más que evidente y la polémica posterior a lo ocurrido en la universidad pone de manifiesto que la confrontación está en la izquierda. Podemos ha olido sangre y el PSOE lo tiene claro, dadas las circunstancias, mejor en la oposición con un gobierno débil y a recomponer filas antes que unas nuevas elecciones en las que se quemará un candidato o candidata en el camino hacia la irrelevancia política.