Parece que vuelve a estar de moda aquella nefasta costumbre de “colocar” en Bolsa parte de las filiales de las grandes empresas. A finales del siglo pasado, no había empresa importante que no tuviera una filial que sacar, es decir, venderse en el mercado bursátil. “Encolomar” se decía en aquellos tiempos en el argot bursátil.
Es vergonzoso cómo se les deja jugar, ahora a colocar, luego a recomprar, si conviene, incluso pudiendo llegar a la OPA de exclusión, si también les conviene, y siempre a cambio de los que podríamos calificar de “escurridizos” y casi nunca favorables al sufrido accionista minoritario.
A veces, tengo la impresión de que ésta fue como una prueba piloto que permitió sondear hasta qué punto se puede jugar con los inversores y que, degradándose lentamente, desembocó en la colocación de variados productos, entre ellos las preferentes.
Por supuesto esas filiales, que siguen vinculadas a la matriz, no sólo accionarialmente, sino en su actividad, tienen con demasiada frecuencia la cuenta de explotación a merced de ella.
Telefónica fue en aquellos tiempos la que batió todos los récords de sociedades colocadas y también retiradas. En general, no tienen muy buen recuerdo sus socios minoritarios de aquellas experiencias; Terra, la más sonada de todas, la colocó Telefónica a cerca de 12 euros acción, llegó a cotizar bastante por encima de 150, siendo una de las primeras empresas de la Bolsa española por capitalización, y finalmente terminó excluida de la Bolsa, por su propia matriz, a 2,75 euros la acción. Páginas Amarillas fue quizás la más oscura de todas ellas, colocada cuando ya la matriz sabía que se tendría acceso a los mismos datos por internet, y Telefónica Móviles, la joya que, tras colocar un pequeño porcentaje, no tardó en “volver a casa” y hoy, con el nombre de Movistar, sigue siendo su gran negocio en exclusiva.
Ahora, la propia Telefónica pretendía sacar a su filial Telxius. Filial de infraestructuras, en especial cables submarinos y antenas; es curioso cómo nuestra gran multinacional ha pasado en poco tiempo de alardear de su capacidad de financiación y su apetito comprador a necesitar desprenderse de parte de sus negocios para reducir su pesado endeudamiento. Tras fijar, como siempre, una banda de colocación y a pesar de que los grandes intermediarios tienen necesidad de generar comisiones, gracias a lo que coloca casi todo, ha tenido que desistir de la operación por el escaso interés despertado.
Rápidamente se apresta a desprenderse de otra de sus filiales. O2, su negocio alemán, es la siguiente escogida. Seguramente esta sociedad, que ya cuenta con más vida propia y cotiza en Frankfurt, pueda contar con mayor confianza entre los inversores, pero lo que parece estar claro es que los inversores cada vez tienen más memoria sobre el comportamiento de sus socios mayoritarios en el pasado.
Ahora, parece que Prosegur pretende colocar en Bolsa parte de su filial de transporte de dinero, negocio que parece lógico quede supeditado a la voluntad del vendedor.
Al margen del cambalache de filiales, ha sido frecuente también en nuestras bolsas la colocación de valores que tuvieron una vida más o menos exitosa -Amadeus, Parques Reunidos, Telepizza- opados y excluidos cuando su futuro parecía esplendoroso y su tesorería, importante, para devolverlos al mercado cuando el panorama parece más adverso y su balance, transformado.
Telepizza, reaparecida este mismo año, lleva una evolución un tanto trágica, con pérdida de casi la mitad de su precio de colocación. Su alto precio de salida fue más posible por su historia que por su contenido actual.