Opinió

Límites

El Centre Excursionista de Terrassa alerta sobre el peligro que implica la sobreexposición de La Mola a los excursionistas como destino icónico del Parc Natural de Sant Llorenç, especialmente durante el fin de semana. Considera además la emblemática entidad terrassense que el problema se agudiza como consecuencia del uso intensivo de la zona que provoca el restaurante que opera en la cima y de los burros que sirven para el transporte de las mercancías al establecimiento, que pacen libremente y la someten al área a una degradación que ha acabado con algunas especies de la flora del parque.

Se trata de un debate que viene de antiguo y que las autoridades del parque, que depende de la Diputació de Barcelona, han puesto de manifiesto en diversas ocasiones. Los fines de semana, especialmente de las épocas en las que la climatología más acompaña, como son el otoño y la primavera, los caminos del parque natural son ampliamente utilizados por paseantes y excursionistas, pero los diversos accesos a La Mola se convierten en verdaderos afluentes humanos que desembocan en la cima. Agravado por el restaurante o no, de lo que no cabe ninguna duda es de que la masiva utilización del parque natural es una realidad que no podemos perder de vista.

Las cifras de visitantes que barajan los responsables del parque son espectaculares y probablemente no sabemos hacernos una idea de cómo puede afectar esa presencia intensiva de visitantes, a la flora, a la fauna e incluso a la propia orografía del parque. En este sentido, es destacable la afirmación de los responsables del parque del alto grado de civismo que exhiben los excursionistas, ya que la presencia de residuos es mínima y podría decirse que insignificante si tenemos en cuenta el nivel de utilización. Pero no sólo se habla de residuos cuando se analiza el impacto de los visitantes en el medio natural. La dirección del parque natural habla de la ampliación excesiva de senderos, de la presencia de especies vegetales invasoras e incluso de aves que nada tienen que ver con la zona, como es el caso de las cotorras, que no sólo se han asentado en las ciudades.

El debate sobre si se debe limitar el acceso de visitantes a zonas naturales de especial protección vuelve a aparecer y deberá ser la dirección del parque la que tome decisiones al respecto. No se trata de una medida popular, pero es cierto que alguna, en algún sentido se debe tomar sin que parezca que se le ponen puertas al campo.

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