¿Por qué no nos educan para la vida?" Con esta sentida pregunta se lamentaba mi mejor mitad al encontrarse de forma inesperada con una de esas situaciones de sufrimiento en el entorno familiar el que la aparente calma se torna inoportunamente en un terremoto que deja a todos temblando.
Pues eso, por qué no nos educan para la vida, yo también me lo pregunto y, si no nos educan para la vida, para qué nos educan.
Sven Lindqvist, en su libro "Exterminad a todos los salvajes", hace un recorrido por la historia de los diversos exterminios producidos en la humanidad y afirma que la sociedad, el arte, la cultura, toda la civilización, no son sino una evasión, un gran autoengaño colectivo cuya intención es hacernos olvidar que incesantemente caemos por el aire, que a cada instante estamos más cerca de la muerte.
No es cuestión de vivir atormentados pensando incesantemente en nuestra desaparición; no necesitamos esto, pero tampoco es sano emocionalmente vivir en un continuo estado de evasión, de autoengaño, de espaldas a la realidad de la vida tal cual es, aferrándonos a algún falso modelo, a cómo nos gustaría que fuera o a vivir la vida que otros nos diseñan. Aprender a interpretar las cosas en su contexto es una forma sensata de educarnos para la vida con el fin de estar equilibradamente instalados en ella.
Pero no, es mejor que estemos distraídos, engañados, aturdidos o evadidos para que desde instancias que no son las nuestras otros digan cómo debemos vivir.
Educar para la vida sería también enseñar que todos los que nos rodean son humanos, iguales a nosotros, independientemente de su raza, sexo, origen o condición; sería saber que el orden del Universo es ajeno a nosotros, anterior a nuestra existencia, y que lo único que se nos pide es que no lo destruyamos, que respetemos lo que nos rodea, porque si no lo respetamos estaremos autodestruyéndonos en un soberbio ejercicio de estupidez colectiva que nunca llegará a ejecutarse del todo porque siempre habrá perso- nas sensatas que pondrán orden; siempre existirá una conciencia global del Universo más poderosa que nuestra torpe-za.
Pues eso, eduquemos para la vida; lo demás vendrá por añadidura, sin tensiones, con sosiego.