Nadie dijo que fuese a ser fácil, pero pocos esperábamos que fuese a ser tan controvertida en cuanto a fondo y en cuanto a forma. Hay un antes y un después en torno al proceso de liquidación de la concesión del servicio de suministro de agua en Terrassa. La creación de la denominada Taula de l’Aigua genera una corriente de opinión inicialmente débil y de escaso recorrido que sin prisa pero sin pausa va adquiriendo peso en la conciencia de algunos grupos políticos y entidades que quieren que el agua, como elemento indispensable para la vida de cualquier comunidad, no sea objeto de comercio, sino de servicio público. Y ese punto de inflexión se produce en el momento en que Mina por una serie de razones que deberíamos contextualizar, dimanantes de negociaciones anteriores con el Ayuntamiento, solicita en plena crisis económica un aumento de la tarifa superior al 6 por ciento.
Desde ese momento hemos asistido a un proceso de cambio en algunas actitudes, como la del propio alcalde Jordi Ballart, y de reafirmación de otras, como los partidos de izquierda de la oposición, que por el momento han configurado una amplia mayoría política en el pleno del Ayuntamiento que abogan firme y abiertamente por la municipalización del servicio.
Con todo, tanto el alcalde como los representantes de PSC, TeC, ERC y CUP que comparecieron públicamente ayer para presentar la propuesta de resolución por la gestión pública que defenderán en el pleno de hoy, saben que no será nada fácil. El gesto de ayer y la votación de la moción de hoy se puede analizar desde dos vertientes. Por una parte hay que leerlo desde el punto de vista de reacción contra la carta que envió Mina a los portavoces la misma semana que se debía aprobar en el anterior pleno la prórroga forzosa del servicio de suministro para los seis primeros meses de 2017. La carta se entendió como una coacción de Mina a los cargos públicos y la reacción ha sido muy meditada tanto en la forma como en su contenido. De hecho, incluso sorprendió la tibieza de la reacción en el pleno, sólo beligerante por parte de Ciudadanos al estar fuera del círculo “municipalizador” de los partidos de izquierda.
La segunda lectura es de carácter político y probablemente mucho más especulativa. Se trata del paso al frente, o mejor dicho, a la izquierda, del alcalde Ballart para acercarse a los partidos que han ganado terreno en los últimos dos comicios poniendo en cuestión el futuro electoral del PSC.