Nos encaminamos a unas nuevas elecciones, sin muchas más esperanzas que en las anteriores, para superar la falta de capacidad de nuestros políticos y poder llegar a alguna solución razonable.
La obstinada incapacidad de una buena parte de los líderes en los puestos que ocupan se vuelve a poner de manifiesto. Deberían reconocer, de una vez por todas, que no sirven para el puesto, ni gobernando ni en la oposición, aquellos que se saltan las leyes y aquellos que se niegan a dialogar. Los dos temas deberían ser suficientes para que o la justicia o su propio partido, si tuvieran un mínimo de sentido de responsabilidad, cesaran de forma inmediata a tales personajes.
Toda la clase política y sus muchos "adláteres" deberían aplicarse las "amargas medicinas" que vienen suministrando al conjunto de la población. Vana ilusión, cuando en Bruselas sólo imponen reducir el déficit, dándoles igual que se haga aumentando impuestos o suprimiendo servicios. ¿Cómo van a exigir lo que es primera necesidad, reduciendo drásticamente el gasto público, echando a la mitad de ese entramado político-funcionarial y de amigotes y familiares, si en la capital europea ya nos imitan. Noticias como la de que los altos funcionarios se pueden jubilar a los 51 años, con paga perpetua de "nueve mil euros mensuales", más otras muchas gabelas, desarma cualquier tipo de esperanza. Traducido a nuestra antigua moneda, resulta la nimiedad de 20.964.000 ptas. A veces pienso si los señores feudales, comparativamente, eran unos angelitos.
Los nuestros deberían ser conscientes de lo que puede suponer otro intento fallido de formar gobierno, ya no sólo para España, sino para la estabilidad de toda Europa y de los mercados financieros internacionales. Nuestras cifras, desgraciadamente, no son las de Grecia.
En lo que hace referencia a hechos, llevamos un año siniestro (siempre se calificó así a los bisiestos) en el que quienes son responsables del orden y la seguridad ciudadana están más de parte de los alborotadores que de quienes deben evitar los desórdenes; han puesto "patas arriba" las más importantes inversiones proyectadas en lo que llevábamos de tímida recuperación; desaprovechar el impulso que las pocas y un tanto confusas medidas tomó el gobierno es desperdiciar una de nuestras pocas bazas para evitar el desastre.
Nuestro gobierno autonómico está colapsado por las imposiciones de sus socios antisistema. ¿Qué se podía esperar de tal coalición?
Las propuestas que oímos de cara a las nuevas elecciones van desde la rebaja de impuestos del PP (suena a rancio) a la propuesta contraria del PSOE, pero naturalmente dirigida como siempre a los "ricos", léase clase media, pues las grandes fortunas siguen "acorazadas" en sus fórmulas legales que nadie les ha retocado lo más mínimo en tantos años de "pregoneo" social.
Como si no bastara con las propuestas y las decisiones de cuantos antisistema ya tienen poder, ahora va el señor Sánchez y se destapa con una idea que, si tuviera el mínimo sentido común, debería sentirse fatal una vez digerida: una ley que prohíba al Constitucional recurrir las decisiones de las comunidades autónomas… Está claro que nuestros líderes sirven a lo sumo para jefes de tribu, pero en absoluto para generar confianza en quienes, nacionales o extranjeros, tienen que ayudarnos a salir del hoyo en que seguimos. ¿Se ha planteado siquiera qué sentido tendría liderar un gobierno central, tras decretar esa disposición? Suerte que, aunque lo ignore, también sería inconstitucional…
Raro es el día en que no nos obsequian con una propuesta desincentivadora de quienes aún no tienen la moral totalmente comida. Embarrado parece estar el camino que tenemos por delante.