Opinió

“Edadismo”

Hace pocos días me sorprendí al leer un artículo en el periódico que utilizaba el término "edadismo", al que se daba el significado de discriminación de las personas en función de su edad. El artículo se refería básicamente a la falta de estima hacia las personas mayores. La palabra tiene las mismas características que pueden tener sexismo o racismo -discriminación en razón del sexo o de la raza. Dicha circunstancia me llevó a reflexionar sobre si en realidad esta discriminación se percibía o no en la vida diaria.

Nuestra sociedad ha evolucionado en lo que respecta a la consideración hacia las personas mayores. En las sociedades occidentales, venimos de un modelo social en el que la vejez gozaba de mucha atención. Los ancianos eran considerados como depositarios del saber social y no existían otros métodos de almacenamiento del saber. De hecho, el saber era patrimonio de las personas mayores que lo transmitían a las jóvenes generaciones. No cuesta, pues, imaginar que, en una sociedad en que existen múltiples técnicas para guardar de manera sistematizada el conocimiento, la persona mayor cotiza hoy a la baja, como guardiana del saber colectivo. Ésta podría considerarse la base a partir de la cual se ha originado gradualmente la desvalorización de la ancianidad.

Todo ello ha ido generando una serie de cambios en la estima hacia las personas mayores. Hoy se valoran la juventud, la belleza juvenil y los cuerpos en los que el tiempo aún no ha escrito su paso. Se olvida la pátina que pueden dejar la experiencia, la serenidad y el sosiego que da el paso del tiempo y la aceptación paulatina de la realidad que no se ha podido cambiar tal como hubiera sido la intención. La publicidad da cuenta de ello: pocos anuncios tienen como protagonistas a personas mayores, a excepción de los productos destinados exclusivamente a los ancianos como pueden ser reconstituyentes o bien productos para dentaduras postizas. Las personas mayores no comen yogures o cualquier otro producto alimenticio, sólo lo hacen los niños para crecer fuertes y sanos o los jóvenes para pasarlo bien con los amigos; no utilizan productos de limpieza que sólo emplean las madres de familia y por descontado las personas mayores tampoco compran coches, lo hacen sólo los jóvenes. Con todo ello sólo he querido poner de manifiesto algunos ejemplos.

En otro orden de cosas, sin embargo, las personas mayores sí que pueden cuidar de los nietos o ayudar económicamente a sus hijos o nietos hasta extremos como los de comprometer su bienestar en el último tramo de su vida; ellos sí que pueden colaborar activamente con asociaciones u organizaciones sociales y sí que pueden ser consumidores y votantes.

Se podría continuar con la descripción de otras situaciones en las que las personas mayores son discriminadas, pero es suficiente con las anteriores para poner de manifiesto este hecho poco denunciado. Quedan muchos aspectos a tratar que son aún de calado mucho más dramático como pueden ser los maltratos físicos y psíquicos a la ancianidad, pero éste ya es otro tema.

Solamente un último apunte. En el "Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua", en su 22.ª edición (versión on line), no figura el término edadismo.

La autora es psicóloga y pedagoga

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