Prejuzgar es básicamente crearse una opinión, generalmente negativa sobre algo que se desconoce o se conoce parcialmente. Podría decirse que ante iniciativas como Àgora Terrassa puede caerse en el prejuicio por desconocimiento y descubrir que se estaba equivocado cuando se sabe que es un proyecto reconocido públicamente. Efectivamente, el proyecto Àgora Terrassa ha sido incluido en el Banc de Bones Pràctiques de los gobiernos locales, servicio impulsado por la Federació de Municipis de Catalunya y por la Fundació Carles Pi i Sunyer de estudios autonómicos y locales, entidades que han valorado especialmente lo novedoso de su planteamiento en el ámbito de la participación ciudadana.
Y ése, el de la participación ciudadana es siempre un terreno complejo. Sin quitar un ápice del valor que tiene la iniciativa Àgora Terrassa y a procesos similares, que los ha habido de índole diversa en la ciudad, quizás se tendría que establecer una cierta diferenciación entre los planteamientos teóricos y los resultados finales. Es decir, cualquier proceso participativo se mide inicialmente desde un plano teórico desde parámetros que tienen esencialmente como referentes al método, a los objetivos y en algunos casos los niveles cualitativos y cuantitativos de participación. Otra cosa sería medir los resultados en función de la aplicación del planteamiento inicial. En el caso de Àgora Terrassa, el planteamiento era ambicioso especialmente por lo original de la propuesta. Otra cosa puede ser la valoración de los resultados. De los grupos de trabajo y de la aportación de 180 personas surgieron 30 proyectos, entre ellos el denominado Arllibre, basado en el intercambio de libros utilizando como los roncos de los árboles caídos durante el vendaval de finales de 2014. No sería justo juzgar la iniciativa por el desconocimiento de los otros 29 proyectos. Nos referimos a que la valoración de la iniciativa no sólo debe ser por la originalidad del método, sino también por la obtención de unos objetivos prefijados.
Quizás no sea Àgora Terrassa, la cual alabamos en su momento desde estas mismas páginas, la mejor iniciativa para llevar a cabo este análisis; ha habido otras iniciativas de participación ciudadana que no han resultado especialmente satisfactorias, no tanto por cómo se llevaron acabo como por el resultado real. Podemos hablar del proceso participativo en torno a la Plaça Nova, el de la Rambla de Ègara o el de la Plaça del Progrés, por no hablar de los presupuestos participativos de hace algunos años.