Terrassa constituyó ayer una mesa de trabajo sobre las personas refugiadas. Este es un asunto en el que la denominada sociedad civil va muy por delante de las autoridades públicas, o si debemos ser precisos, muy por delante del Gobierno porque son muchos los ayuntamientos que ya se han prestado a convertir a sus municipios en lugares de acogida para las personas que lo necesiten.
El éxodo sirio está poniendo en evidencia la Europa solidaria y dentro de ella las incongruencias, las incoherencias e incluso el cinismo de algunos gobiernos. Pese a ser sumamente restrictivos, no se han llevado a cabo los acuerdos de asunción de personas refugiadas, como si el controvertido pacto con Turquía fuese el paraguas sobre el que guarecerse para olvidar los compromisos adquiridos. España asumió la recepción de un número irrisorio de refugiados y ni tan siquiera eso ha cumplido. Según datos facilitados por Intermon Oxfam hace algunas semanas. De los 984 sirios que se comprometió a recibir entre 012 y 2013, sólo ha reasentado a 128. Este año se comprometió a acoger a 854 y según decía la ONG, no llega ninguno. Estamos hablando de casi cinco millones de refugiados. Canadá, en el otro lado del océano, se comprometió a acoger a 25 mil refugiados y ya ha alcanzado esa cantidad con personas procedentes de Turquía, Jordania y Siria, dando toda una lección de solidaridad, organización y también de determinación a los países europeos excepto a Alemania y Noruega, que también han cumplido ampliamente con sus compromisos.
La mesa de trabajo difícilmente podrá llevar a cabo su labor, si no existe la voluntad por parte del Estado de acometer esa labor humanitaria que desangra la conciencia de los europeos, pero al menos preparará a la ciudad si se da la circunstancia y la labor que realice servirá asimismo para concienciar sobre el desastre humanitario que está siendo la guerra en Siria.
Mientras tanto, el problema no sólo se mantiene sino que se recrudece en su plano bélico y también en el humanitario. El tapón que significa el compromiso adquirido por Turquía y Grecia significa un estancamiento que se sufre en los campos con unas condiciones de vida de excepcional gravedad para las personas que siguen huyendo de la guerra. Y a pesar de todo, la atención por el conflicto ya no está una posición prioritaria del debate en Europa.