El sector funerario agrupa en España en torno al negocio de la muerte a unas 1.700 empresas. Se trata de un ámbito empresarial complejo debido, en primer lugar, a que es ajeno a los ciclos económicos, para la bueno y para lo malo, y sólo está sujeto a variables demográficas. Ello le hace previsible y por tanto tremendamente competitivo con procesos de fidelización no comprables a ningún sector.
Terrassa, Reus y Mallorca son las únicas ciudades españolas que cuentan con servicio funerarios municipales. La egarense, siempre ha sido plaza apetecible para el sector, pero los servicios locales, Funerària de Terrassa, ha defendido su posición hasta el momento con firmeza. Se trata, probablemente, de los servicios municipales más y mejor valorados tanto fuera como dentro de la ciudad por un servicio integral esmerado, moderno y personalizado. Además, es una empresa municipal con superávit.
La competencia ha llegado y parece que con fuerza. Àltima, una importante empresa funeraria con servicios en Barcelona y en diversas comarcas catalanas se instalará en Terrassa con lo que parece que será un ambicioso proyecto que incluye un tanatorio de nueva construcción en Can Petit. Al mismo tiempo, coincidiendo en el tiempo, una empresa aseguradora terrassense, La Previsió, proyecta un complejo más modesto, con tres salas de vela, en la rotonda del Doré.
Hace algunos años lo intentó Funespaña, aunque con poca convicción pese a su ímpetu inicial. Recordemos que construyó un gran complejo que hoy acoge la sede de la Policía Municipal y Serveis Socials en la carretera de Montcada con avenida de les Glòries Catalanes. Funerària de Terrassa reaccionó con una mejora del servicio que hizo prever a la empresa que su proyecto podría no ser tan rentable como inicialmente había previsto y vendió al ayuntamiento su edificio, todavía inacabado.
Desde entonces Funerària ha mantenido unos estándares de calidad tanto en su servicio como en la gestión del cementerio que la han prestigiado en el sector. La llegada, especialmente de Àltima, pondrá a prueba la fortaleza de la empresa municipal y la fidelidad de los terrassenses a su servicio funerario. Desde que en 1996 se iniciase el proceso de liberalización del sector, Funerària no se había encontrado con un reto de mayor envergadura. La empresa es ciertamente sólida, pero habrá que ver cómo resiste una situación de competencia directa.