Han pasado ya catorce años y parece que fue ayer. Catorce ediciones de la Fira Modernista, una iniciativa que nació como seguramente nace todo lo que en algún momento se convierte en tradicional, de forma un tanto prefabricada, pero no puede negarse que con solidez. La Fira Modernista no sólo se ha consolidado en el programa de eventos de la ciudad, convirtiéndose en la actividad con una participación más multitudinaria de cuantas se celebran , sólo comparable a la Festa Major, sino que ha servido para que la ciudad, los terrassenses, nos creamos nuestro pasado modernista, confiemos en su potencialidad y lo proyectemos así al exterior.
Este año ha sido la lluvia la gran protagonista de la Fira y lógicamente ha restado brillantez puesto que ha sido muy inferior al de otros años el número de personas que han paseado por los diferentes escenarios donde se programaban muestras y actividades, especialmente en la jornada del domingo con una lluvia fina, pero persistente, un “calabobos” que reprimió a locales y forasteros de pasear y curiosear. Con todo, la Fira Modernista exhibió su músculo el sábado, día en que pese a la lluvia de por la mañana y las previsiones de por la tarde, sí que registró una notable afluencia de público, hasta el extremo de que se tuvo que regular el acceso de viandantes al Raval de Montserrat ya que resultaba imposible circular por la zona.
El balance de la Fira de este año puede resultar reiterativo más allá del inconveniente de la lluvia. Los espacios están plenamente consolidados con ofertas que ya se conocen, existe la voluntad de introducir algunas novedades que enriquezcan el programa en relación, especialmente a visitas y teatralizaciones y el paseo de personas vestidas de época se ha convertido en algo no sólo habitual, sino propio del evento, que tiene el valor de la espontaneidad por partir de la iniciativa de los ciudadanos sin que se generen situaciones forzadas. Hay que decir que la mayoría de las creaciones que pueden verse en comercios y especialmente en el paseo por las calles son de una calidad extraordinaria en cuanto a la elección de tejidos y diseños.
El año que viene, la Fira estará dedicada a Santiago Rusiñol. Un buen momento para la reconciliación histórica de la ciudad con el escritor y pintor, gran impulsor del modernismo catalán. Se dice, aunque no está confirmado, que su obra “Els savis de Vilatrista” es una ironía dedicada a la ciudad como consecuencia de un desencuentro con el pintor de científicos terrassenses tras el hallazgo en 1907 de unos restos fósiles de mamut camino de Can Carbonell. A ver si alguien de gran mostacho y barba solemne se atreve a vender auténticos duros a cuatro pesetas durante la Fira de 2017.