Opinió

Los anglosajones y los accionistas minoritarios

En algunas ocasiones, en esta misma sección, hemos aludido a los abusos cometidos por quienes, valiéndose de las delegaciones de los pequeños accionistas, dominan, hacen, deshacen y se marcan sueldos astronómicos, en las mayores sociedades del país. Éste es un sistema ya casi perpetuo en las sociedades cotizadas en Bolsa; en unos casos, el accionista delega -en blanco o al presidente-, en otros no asiste por lejanía o por falta de tiempo; pero lo más grave es que, cuando el presidente y los suyos no ven claro que vayan a contar con la mayor parte de votos, directos o delegados, se introduce la fórmula del obsequio, que obra siempre maravillas, y que como hemos contado otras veces paga también el accionista perjudicado.

En los últimos años, incluso en sociedades con pérdidas o al borde de la quiebra, la plana mayor se ha ido subiendo a su antojo el sueldo, por llamarle de alguna forma, a una remuneración que en muchos casos se puede calificar de sideral.

Los anglosajones siempre han tenido las ideas monetarias más claras que los latinos. Quizás por ello, al entrar en la Unión Europea, quisieron mantener su moneda, lo que en muchos casos les ha facilitado la gestión de la crisis y les permite ahora plantear más libremente la posibilidad de distanciarse de la Unión, aunque sólo sea como arma negociadora.

En cuanto a sus sociedades cotizadas en Bolsa, aunque no son tan frecuentes las malas prácticas llevadas a cabo como aquí, los pequeños accionistas de British Petroleum acaban de hacer historia.

La sociedad, en el ejercicio 2015, tuvo unas pérdidas de 5.750 millones de euros, el valor de las acciones se depreció en Bolsa casi un 15% y, a pesar de ello, el consejero delegado le echó valor y propuso a la junta un aumento de su remuneración del 20%, elevándolo a la "minucia" de 17,5 millones de euros.

A pesar de que la ley hace que la votación de tal tema se deba hacer sólo a efectos consultivos, los minoritarios se han agrupado formando mayoría y han decidido plantar cara al máximo ejecutivo. Es más fácil que la votación influya en los cobros futuros que en los ya percibidos, pero se trata de un tema candente que va a tener repercusión en no pocas juntas pendientes de celebrarse y que, seguro, hará variar la legislación, no permitiendo que los sueldos se los fijen con tal desparpajo los propios ejecutivos que los perciben.

En España, los mayores escándalos en este tema se dieron en las cajas de ahorros, facilitados por la complicidad entre sus directivos profesionales y los políticos que, representando a los propietarios, que somos todos los españoles, no sólo practicaron esas fórmulas con sueldos e indemnizaciones, sino cometiendo todo tipo de tropelías hasta llevarlas a la quiebra más absoluta.

En cuanto a las remuneraciones desorbitadas, están siguiendo la costumbre los máximos responsables de casi todas las empresas cotizadas. Pero está reverdeciendo otro hábito malsano que consiste en sacar, opar y volver a sacar a Bolsa sociedades después de hacerles "de todo" u opar y minorar sus activos en exceso para dejar artificialmente "seca" la sociedad, a veces con repetidas anotaciones contrarias de los auditores, para dejar a los accionistas residuales en la ruina. Es un tema éste sobre el que próximamente seguiremos, pues cada vez se dan más casos vergonzosos.

Bienvenido sea ese cierto motín británico y esperemos que provoque algún efecto contagioso en otras latitudes. O, cuando menos, algunas instituciones como la Comisión Nacional del Mercado de Valores, el Banco de España e incluso Hacienda estén más vigilantes ante esas malas prácticas.

Seguramente la última reaparición en Bolsa hubiese tenido que encontrar dificultades puesto que, explotando la historia de su nombre, ha hecho llegar a la clientela de los mediadores una empresa en pérdidas y con un futuro más que incierto, que lo ha reflejado de forma inmediata en su cotización.

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