El incidente de ayer en Rodalies es sólo un episodio más del culebrón en el que se está convirtiendo el transporte ferroviario en Catalunya, especialmente en el entorno de Barcelona. El incendio en una estación inutilizada y ocupada, parece ser por personas sin hogar provocó un monumental caos que afectó a más de doscientos trenes y más de cien mil viajeros, según cifras facilitadas por la conselleria de Territori i Sotenibilitat, titular del servicio de Rodalies.
Es evidente que el servicio estatal de trenes en Catalunya necesita de un mayor rigor en su gestión: cuando no es un robo de cable, es un problema informático y cuando no, un incendio en una estación abandonada que para mayor escarnio se construyó en 1970 y no se ha utilizado nunca. El usuario de Renfe afronta cada día sus desplazamientos con la presión de si llegará a tiempo a su destino y en algunos casos, si tan siquiera llegará.
El conseller Josep Rull ha iniciado su trayectoria al frente de Territori i Sostenibilitat reclamando ante la ministra de Fomento, Ana Pastor, el control de los trenes y de las infraestructuras, ahora en manos de Renfe y Adif . Es una vieja aspiración que en 2010 se pensó que en llegaría pronto cuando la Generalitat adquirió la gestión del servicio. Esta sobreexposición del servicio a organismos y administraciones no se está descubriendo como una buena fórmula de gestión en la que, además, no parece que exista una buena sintonía entre los actores.
Las acusaciones que desde aquí se realizan sobre la falta de inversiones en las infraestructuras ferroviarias catalanas desde el Estado es otro tema de fondo lo suficientemente importante como para que el Gobierno se explicase con claridad. Cuando hace algunos meses se produjeron en poco tiempo incidencias de gran importancia porque cayó el sistema informático se habló de que se habían mantenido los niveles de inversión, pero balances realizados desde la Generalitat y desde plataformas de usuarios demostraron que no era exactamente así. Desde Madrid deben reconocer que la caída de la inversión en Catalunya, de muy difícil explicación, no sólo ha coincidido con la crisis económica, sino con una coyuntura política concreta como es el proceso soberanista.
Sea como fuere, la magnitud de lo que está ocurriendo tanto en Rodalies como en Regionals, merece la insistencia del conseller Rull y la reacción responsable del Gobierno.