Con la entrada del nuevo año, entran en vigor los nuevos precios públicos: impuestos y tasas, transportes, aparcamientos, suministros, etcétera. La verdad es que los aumentos de precios que se han acordado en los diferentes ámbitos son moderados, pero en circunstancias económicas como las que atravesamos, no se trata tanto de valorar la cuantía como el simbolismo de las decisiones. En estos últimos años no se ha tenido muy en cuenta, pero recordemos que los equipos de gobierno de los años anteriores a la crisis cometían la “travesura” de tomar como referencia el IPC de agosto, de septiembre e incluso octubre en función de lo que más les interesaba para justificar los aumentos de impuestos y tasas. Los tiempos han cambiado y ahora ya no tienen esa excusa por cuanto durante todo el año el IPC ha sido negativo y sólo en el último mes se ha mantenido plano. Las decisiones, por tanto, tienen un mayor contenido político o de gestión y necesitan de una mayor explicación.
Partiendo de esa base, podemos considerar que todo lo que no sea congelar impuestos, tasas y precios públicos tiene poco que ver con la realidad. Así, es bueno que se haya congelado el precio del agua, aunque todos sabemos que responde a la coyuntura concreta que genera el debate sobre el final de la concesión. No se puede hablar abiertamente de que se congela el precio del billete del autobús puesto que el título que más se utiliza, la T-25 sube, poco, pero sube. Lo contrario ocurre con los títulos de transporte integrado, algunos de los cuales no sólo se congelan, sino que desciende su precio, como en el caso de la T-Mes, la T-Triemestre y la T-12, que además aumenta su segmento de edad hasta los quince años.
En cuanto a los impuestos, sube el IBI y la tasa de recogida de residuos y sube también la zona azul. Insistimos en que todo lo que no sea congelar tiene desde un punto de vista político, escasa justificación. Sí bajan los precios de luz y gas, aunque es más que probable que como ocurre con las gasolinas no bajen tanto como el coste de su producción. El tema de los carburantes es excepcional puesto que ha bajado a 35 euros el barril cuando había superado con creces los cien euros y el descenso del precio de las gasolinas ha sido mínimo en comparación.
Aún reconociendo que el pago por kilómetro es más razonable, seguimos sin estar en absoluto de acuerdo con cualquier variación del peaje de Les Fonts que no sea su supresión.