Opinió

Nuestra situación tras siete años de crisis

Desde 2008 hasta la actualidad sólo Alemania, dentro de la Unión Europea, ha sido capaz de mantener un crecimiento continuado del PIB, aunque haya sido moderado.

Francia e Italia, con pequeños altibajos, se sitúan en cifras superiores hoy al inicio de la crisis, frente a España que, a pesar de haber incluido en la cifra global actividades como la prostitución, permanece un 5% por debajo de 2008.

En el conjunto de la eurozona, el PIB totaliza los 10,1 billones, aproximadamente diez veces el de España, mientras la deuda pública está en 9,3 billones, de los cuales un billón corresponde a España, donde desgraciadamente sigue creciendo a pesar de los recortes, la baja de los tipos de interés, la baja del precio del petróleo y la creciente presión fiscal. Nos agrava la situación la deuda privada que, aunque evoluciona favorablemente, gracias a los esfuerzos de empresas y familias, alcanza aún los 2,44 billones, que sumada a la pública constituye uno de nuestros peores talones de Aquiles, globalizándose, entre ambas, casi el 350% de nuestro PIB. Dígase lo que se diga, es una cifra impagable y pobres de nosotros el día que suban los tipos de interés.

La remuneración total de los asalariados ha pasado de 560.000 millones de euros en 2008 a los 490.000 en 2014, llevándose la peor parte el sector de la construcción, que pasa de los 63.700 millones en el boom de 2008 a sólo 25.700 el pasado año, 2014, lo que representa un descenso del 60%, seguido por la industria, que pasa de 98.692 millones a 81.300, con baja del 18%.

Se pueden y deben destacar algunas rarezas en nuestro reparto de actividades como son, de una parte, el hecho de que cueste al país tanto el servicio de información y comunicaciones como el de actividades financieras y de seguros y, ambas, bastante menos que las artísticas y recreativas.

No es fácil, aunque es fundamental para equilibrar nuestro presupuesto algún día, lograr datos independizados del coste del funcionariado y aledaños, sobre el conjunto del gasto público, donde puede estar uno de los mayores factores de nuestro desequilibrio presupuestario, no sólo por su salario medio muy superior al del resto del personal laboral del país, sino por las duplicidades y estructura disparatada de ese monstruoso Estado de las autonomías. Resultaría curioso analizar la evolución de los distintos sectores de actividad a largo plazo. A lo largo de un siglo, España ha pasado de tener casi dos tercios de la población ocupada en la agricultura y la ganadería a ser ocupado ese porcentaje por el conjunto del sector servicios. Difícil es pronosticar en qué tipo de actividades podrá darse ocupación a nuestra quinta parte de la población laboral en el futuro, hoy en paro. También llamaría la atención la participación del IVA en el conjunto del PIB, que pasa de no existir en 1960 a comerse en la actualidad más del 8%.

La administración pública, incluida sanidad y educación , ha pasado de gastar 137.000 millones a 138.000, a pesar de que en 2008 "gastaba sin conocimiento" y después ha realizado importantes recortes sólo en los salarios y servicios más imprescindibles.

El salario mínimo en 2015 en España se sitúa en 757 euros, poco más de la mitad que en Holanda, Bélgica, Reino Unido, Francia, Irlanda o Alemania.

El ingreso medio por hogar, de 2008 a 2014, ha pasado de 30.000 a 26.000 euros en números redondos, mientras el gasto medio lo hace de 31.700 a unos 27.000.

En cuanto al porcentaje de paro, nos mantenemos en segundo lugar con un 21,6%, precedidos sólo por Grecia, que supera el 25%, siendo la media de la Unión Europea del 10,8, porcentaje que, lógicamente, sería muy inferior sin incluir España. Es aproximadamente el doble que en EE.UU. y Reino Unido, y varias veces superior al de Japón, que continúa bajando dentro de unos porcentajes insignificantes.

En vísperas de elecciones, no nos llegan con nitidez las actuales reprimendas de Bruselas, por tener la economía más desequilibrada de Europa, después de Chipre, Portugal y Grecia. No cabe la menor duda de que, pasadas las elecciones, aparte de rehacer los presupuestos de 2016, volveremos a oír hablar de seguir con la reforma laboral para seguir reduciendo nuestro alarmante paro, la conveniencia de subir el IVA, aunque sea contra un descenso del IRPF, e intentar reducir nuestro excesivo endeudamiento público y privado.

En resumen, volveremos a ser conscientes de que nuestra mejoría de los últimos meses se debe más a factores externos y ajenos a la labor gubernamental (precios petrolíferos, tipos de interés bajísimos gracias al BCE y fuerte debilidad del euro) que al hecho de que realmente nuestro Gobierno haya terminado de coger "el toro por los cuernos". Aparte de desayunarnos cada día con las graves complicaciones de la guerra islamista y de los problemas políticos internos.

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