Opinió

Orgullo 

La historia de Minyons es la historia de una voluntad, la historia de un reto personal y colectivo de cuantos componen y han sido parte de la colla. Hacer castells fuera del Alt Camp o del Penedés se antojaba en su momento una ocurrencia, pero querer hacerlo al nivel de Valls o Vilafranca era una aventurera temeridad. La voluntad pudo más que la tradición y Minyons no sólo consiguió situarse al nivel de las más importantes colles castelleres de Catalunya, sino que además han contribuido de forma determinante a descentralizar y aún más, a la universalización del fet casteller fuera de la Catalunya castellera.

El 4 de 10 del domingo en la Plaça Vella ha sido la “cirereta”, como rezaba la publicidad con la que la colla llamaba a los terrassenses a participar en su diada, de una temporada de ensueño. La guinda ha sido el 4 de 10, pero no olvidemos, por la magnitud del logro, que no se levantó en solitario, sino que subió junto a otro 3 de 10, que lleva camino de ser lo que en su día fue el 3 de 9 para la colla terrassense, el pilar de 8 y el 3 de 9 amb l’agulla cargado. No hay calificativos que adornen una exhibición como la de Minyons en su diada. El año 2015 se recordará en la historia de los castells como un año de brillante color malva en lo que puede considerarse un año de reafirmación continuada de la colla terrassense. Terrassa ha tenido a lo largo de su historia diversos signos de identidad como son el hockey y el jazz, modernismo o las iglesias de Sant Pere; la fuerza de los castells es un signo que nos hace sentir emocionadamente orgullosos de ser terrassenses.

Poner velas

El secretario general del departamento de Economia de la Generalitat de Catalunya dijo ayer a las farmacias que pusieran una vela para cobrar. Seguramente se trata de la expresión más desofortunada que podía elegir el alto cargo para decir que la Generalitat está atada de pies y manos para afrontar sus compromisos si no es a través del dinero que debe llegar del FLA. Hay ocasiones en las que los comentarios ocurrentes se convierten en ridículos. Es más que probable que los farmacéuticos ni siquiera sonrieran ayer al conocer las declaraciones de Albert Carreras.

To Top