Pere Navarro, ex alcalde de Terrassa y ex primer secretario del PSC, no irá finalmente en las listas de su partido para las elecciones generales del próximo 20 de noviembre. Estamos ante lo que aparenta ser el fin de la carrera política de un hombre que lo ha llegado a ser todo en el PSC, empezando desde la base. La política devora a sus hijos de forma inmisericorde.
El comentario más generalizado cuando Pere Navarro anunció su adiós al ayuntamiento de Terrassa para incorporarse a la máxima responsabilidad en el Partit dels Socialistes de Catalunya era inquietud por el futuro del entonces alcalde. Probablemente era el peor momento de la historia para hacerse cargo del PSC. El partido estaba en proceso de autodestrucción, acelerada por la coyuntura del proceso soberanista. Es curiosos, dos de las cuestiones que más polémica generaron sobre el primer secretario Navarro se cumplieron. La primera fue la petición de Navarro de que abdicación del todavía rey Juan Carlos I, manifestación que fue motivo de mofa generalizada. La segunda y quizás la que cavó su tumba política fue la tercera vía, la federalista, a la que finalmente no sólo se ha abrazado su partido, sino también, su hermano mayor, el PSOE. Lo peor fue, quizás la gestión de la bofetada que recibió en Terrassa y la utilización que de su partido se quiso hacer sobre aquel episodio. La bofetada fue definitiva.
En todo caso, se mantuvo en el Parlament como miembro de la mesa y todo parecía indicar que su inmolación en un momento tan delicado para su partido iba a servirle para garantizarle cuatro años más de vida política en el Congreso de los Diputados de Madrid. No ha sido así. Carme Chacón no le quería en su lista; hay facturas que tarde o temprano se acaban pagando. Si a Maragall, siendo lo que fue le ocurrió lo que le ocurrió, ¿qué podía esperar Pere Navarro si "sólo" fue primer secretario?
Al margen de intentar averiguar quien manda realmente en el Partit del Socialistes de Catalunya, el caso de Navarro puede servir para reflexionar sobre si en política o en la propia administración pública debe mantenerse esa ley no escrita de que hay que recompensar de alguna manera los servicios prestados o bien cuando el teléfono deja de sonar debe dejar de hacerlo definitivamente.
Por otra parte, cuantos más pasan por el partido más grande se hace la figura imperturbable, incombustible, eterna de Josep Maria Sala.