Opinió

Crisis tras crisis. ¿Ha pasado lo peor?

Al margen de los acontecimientos políticos (en nuestro caso, quizás más complicados de lo que muchos creen), las invasiones masivas que padece Europa, el polvorín sobre el que se asienta un tercio del planeta, los problemas medioambientales, que como no aprietan en el día a día permanecen olvidados, y que además se está poniendo de manifiesto que las crisis ¿pasadas? nos han dejado metidos en un lodazal que va engullendo no sólo aquello que ya sabíamos que estaba en quiebra, sino a grupos poderosos que en pocas semanas pasan de "no saber qué hacer con su dinero" (OHL) a tener que vender sus mejores joyas porque resulta difícil saber cuál es su triste realidad.

A no pocas sociedades, su globalización les ha permitido ir presentando con alegría desmedida unas cuentas más falsas que el beso de Judas (incluido algún que otro banco global).

Y en el último y más sonoro caso, el de Volkswagen, recientemente destapado, las falsedades se cometían en las condiciones técnicas de sus productos y, siendo una primera potencia a nivel internacional, puede encontrarse con no pocas dificultades para hacer frente a las multimillonarias sanciones de que se habla y la reparación de todos los vehículos "trucados".

Perder un cuarenta por ciento de su valor en Bolsa en dos días sin que ningún accionista tuviese la mínima sospecha del problema hace que el mundo financiero en su conjunto sienta esa sensación de que todo puede hundirse bajo sus pies, por mucha prudencia que haya derrochado en sus actuaciones. En este caso, siendo ya muy grave, sube de tono con la declaración de que la Comisión Europea era conocedora del fraude hace años.

Se ha llegado tan lejos en los disparates contables, de intervención, de auditoría, de realización de los más variados tests y, por qué no decirlo, de permisividad legal con la ocultación de situaciones de quiebra, que hoy resulta imposible valorar con mediana certeza empresa alguna.

Para los mercados financieros no hay peor cáncer que esa sensación de inseguridad generalizada y lo que es peor es que esa generalización hace difícil al inversor encontrar alternativas fiables. Siempre hubo quien opinó que el dinero era miedoso, pero es que en los últimos tiempos tiene sobrados motivos para sentir pavor.

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