Durante las últimas semanas se ha detectado en las redes sociales gran inquietud en torno a la amenaza que para los perros de la ciudad significan trozos de carne envenenados o cargados de objetos afilados y puntiagudos que puede causar la muerte a los animales. Se trata de trozos de embutido o de carne con clavos en su interior o alfileres e incluso palillos de dientes que pueden ser mortales para el animal que los engulla. Hay sospechas de que la semana pasada murió un perro por envenenamiento y a la policía le consta que se han encontrado media docena de trozos de carne o embutido con pinchos. El Ayuntamiento, el alcalde personalmente, se ha interesado por la cuestión y se reunió esta misma semana en la plaza de Lluís Companys con propietarios de perros.
Este tipo de situaciones o al menos la alerta se da desde hace algunos años de forma cíclica. Entre los propietarios de animales se corre la voz de vez en cuando sobre la presencia de carne envenenada o las trampas mortales que pueden ser los pinchos incrustados en carne o embutido. Esta vez, parece que el asunto está tomando una dimensión que va más allá del puro rumor y ante todo, se recomienda a los dueños de animales que estén muy alerta en los lugares habituales de paseo.
Al margen de una psicopatía, estos hechos pueden responder a la reacción de alguna persona descontenta por la razón que sea con la presencia de animales en algún lugar determinado. También puede ser una mezcla de ambas cuestiones. En todo caso, es cierto que en ocasiones se producen conflictos en parques y plazas por la presencia de animales. Son muchos los puntos que se han convertido en lugar de encuentro de propietarios de animales para realizar el paseo rutinario de cada día. El Ayuntamiento anunció hace algunos meses que llevaría a cabo una iniciativa relacionada con esta cuestión y es la de determinar lugares concretos más allá de los cuatro espacios especialmente habilitados para ello en los que durante una franja de tiempo determinada puedan estar los animales sueltos. La medida es buena por cuanto elimina el eventual conflicto que pueda provocar la obligatoriedad, según las ordenanzas municipales, de llevar a los perros atados.
De todos modos, en cuestiones de convivencia ciudadana el civismo es la mejor medida y de lo que no cabe duda es de que esa práctica de preparar trampas con comida para los animales es una conducta criminal.