Un día no muy lejano, la Real Academia Española de la Lengua deberá plantearse si la definición que sigue haciendo hoy calificándolo de "persona que no sabe leer ni escribir" o aquella otra que reza "persona que no tiene cultura ni conocimientos elementales" habrá de cambiarse y cuál será el punto en que la persona es o deja de ser de tal forma calificada.
Las nuevas tecnologías, combinadas con los nuevos hábitos, están llevando a las nuevas generaciones a muy dispares conocimientos y aptitudes.
Son muchos los jóvenes, indiferentemente de cuál sea su nivel de formación, que son incapaces de hacer el mínimo cálculo mental y de realizar cualquier operación matemática sin ayuda de su calculadora. No son pocas las veces que, al comprar un par de chucherías en una tienda, el empleado/a, si tiene que sumar 4 más 14, pongamos por ejemplo, correrá a buscar la calculadora sin la cual no pasa por su mente llegar al precio total.
El lenguaje de una parte de la juventud cada vez viene siendo más rudimentario y la escritura, aparte del poco esmero puesto por sus autores, en especial por obra y gracia de las comunicaciones escritas por medios telemáticos, podemos decir que se está descomponiendo, a base de abreviaturas y deformaciones a gusto del consumidor.
Pero serán sin duda los conocimientos informáticos y de idiomas, los que pueden dejar descolgada a una parte importante de la sociedad.
Ignoro si existen estadísticas sobre los porcentajes de población que son incapaces de hacer uso de los teléfonos móviles más sencillos.
En cambio, casi toda la juventud, apenas "salida del cascarón", es capaz de hacer funcionar maquinitas, teléfonos complejos, ordenadores y todo tipo de artilugios, la primera vez que caen en sus manos, sin necesidad de ojear catálogo alguno.
No tener unos conocimientos mínimos de informática está produciendo ya un cierto aislamiento de muchas personas que, formando parte de un mismo núcleo, laboral, familiar o de amistad, se quedan sin disfrutar de buena parte de las comunicaciones que el resto se dirigen.
Ya no digamos lo que puede suponer esa falta de aptitud a la hora de buscar empleo o, incluso, para continuar en cualquier puesto de trabajo.
Es de suponer que nuestros sesudos doctores de la lengua deben estar barajando ya una definición más compleja y que afectará a un sector de la población muy superior al que lo hace hoy en día.