Habitualmente, los medios de comunicación sufrimos por exceso o por defecto a los gabinetes de prensa y directores de comunicación de partidos políticos, organismos oficiales, empresas, consorcios y entidades de todo tipo. Canalizar la información a través de una herramienta de comunicación mediante una sola voz y a través de un interlocutor claro puede facilitar muchos las cosas o complicarlas tremendamente si ese interlocutor se convierte en una suerte de portero de discoteca que gestiona arbitrariamente la entrada al local.
La fuerza que convierte en norma lo consuetudinario ha instalado a los periodistas en una realidad condicionada por los protocolos que se marcan desde las oficinas de comunicación. En la mayoría de las ocasiones no suele haber problema si la premisa es que los medios trabajen, no como les de la gana, sino con el mínimo de libertad para poder desarrollar su trabajo con dignidad, pero cuando la cosa se complica se convierte en una auténtica tortura.
Y dentro de esa jungla en la que los periodistas pelean cada día estamos los medios locales y comarcales, los de pueblo. Lo barceloneses, cuando atraviesan la muralla natural que significa Collserola se adentran en una galaxia irrespirable de la que hay que salir rápido. Los jefes de prensa establecen unos protocolos sumamente restrictivos que no se atreverían a imponer a los medios generalistas en Barcelona y, seguramente de forma inconsciente, maltratan de palabra y obra a los periodistas locales.
Hay que decir basta, pero no a la organización, sino a la arbitrariedad. Hay que decir basta a las ruedas de prensa sin preguntas; hay que decir basta a los plasmas; hay que decir basta a las notas de prensa sin que se pueda ampliar y contrastar las información; hay que decir basta a los “pools” gráficos; hay que decir basta a normas, algunas recién aprobadas, que conculcan sin paliativos la libertad de información, el derecho fundamental a la información. Hay que decir sí al periodismo y basta a las restricciones injustificadas que afectan a la libertad de los ciudadanos de elegir los medios desde los que informarse.
Eso es lo que iba a pasar ayer en Terrassa con el primer viaje oficial del metro. Se prohibía a los medios locales bajar a tomar imágenes a las nuevas instalaciones de Ferrocarrils de la Generalitat. Finalmente se reconsideró, pero sólo fue cuando se apeló a la dignidad en un acto de reafirmación y de reivindicación del periodismo de proximidad.