La democracia no debe dar miedo. Una consulta ciudadana no debe, de base, ser objeto de recelo. La cuestión está en saber qué es lo que se pretende y cuál será su valor. Nos referimos a la consulta que el alcalde Jordi Ballart pretende llevar a cabo en Terrassa para que la ciudad se manifieste sobre el modelo de gestión del agua. La cuestión, en este caso está en saber si será vinculante o no, aspecto del que no se ha hablado y en caso afirmativo dónde se sitúa el listón de la legitimación del resultado en un sentido o en otro.
Las perspectivas de movilización de la ciudadanía ante un asunto como este son realmente inciertas y genera algunas incógnitas. No nos engañemos, quien esté sensibilizado con el tema y defienda una gestión pública tendrá el mayor interés en participar en la votación, porque además dispondrá, dado su interés personal, de la información que precisa para haberse posicionado. La incógnita se centra sobre quien no se haya planteado nunca qué es mejor, si una gestión pública o una gestión privada de un bien como el agua que, por concepto, no debería ser objeto de mercadeo. Es en ese punto en el que surge la duda de si quien ni se ha planteado ni está interesado, se va a movilizar en torno a un referéndum sobre el que no tiene información. Es una incógnita si los ciudadanos vamos a saber calibrar si es mejor un modelo que el otro y cuáles van a ser las consecuencias de mantener la gestión privada o cambiar a la pública u optar por un modelo mixto, que es otra de las posibilidades y que parece que está dando buenos resultados en algunas grandes ciudades.
El alcalde Ballart reconocía la semana pasada que el asunto es tremendamente complejo desde un punto de vista tanto técnico como también jurídico. El director general de Mina considera, lógicamente, excesivo el referéndum, pero en todo caso, lo que se hace necesario es una campaña de información rigurosa que permita a los terrassenses tener los elementos de juicio necesario para manifestar su opinión al respecto del modelo de gestión en el referéndum. Y sobre todo una pregunta clara, porque a veces las consultas populares vienen con preguntas que precisan de libro de instrucciones.
Si el referéndum tuviera que ver con el sabor del agua, la movilización general estaría garantizada y no sería necesario demasiado esfuerzo para prever el resultado.