El referéndum de Grecia está dinamitando el frágil equilibrio de la pretendida salida de la crisis económica. Qué va a pasar con Grecia y por extensión con países como España, Italia y Portugal y con Europa misma es la gran incógnita a la que aboca la decisión del presidente Tsipras de someter a la votación de los griegos el acuerdo con la troica para la refinanciación de la deuda. Los legos en materia económica podemos concluir que escapan a nuestro entendimiento lo criterios que determinan las decisiones de unos y otros.
En realidad todo debe ser mucho más sencillo de lo que nos lo planteamos, puesto que se trata simple y llanamente de una familia que no puede pagar su deuda. La clave de la cuestión es precisamente que Grecia no puede pagar su deuda y todos los economistas coinciden en que es impagable a no ser que se alarguen mucho los plazos de pago y que al mismo tiempo se implementen medidas que permitan reactivar la economía griega lo suficiente como para que el gobierno aumente su capacidad de recaudación y pueda no sólo pagar principal más intereses, sino gestionar el día a día del país. Lo dicho, una familia que no puede pagar su hipoteca, ya le han quitado la casa y todo el patrimonio del que disponía y le queda una deuda residual después del procedimiento de ejecución que tampoco puede asumir porque ninguno de sus miembros tiene trabajo y viven con la pensión del abuelo al que en su momento tuvieron que sacar de la residencia.
Pero el banco, en su infinita generosidad, le ofrece la posibilidad de refinanciar esa deuda a cambio de que viva en unas condiciones infrahumanas y la segunda generación continuará en esas mismas condiciones de práctica indigencia hasta que el banco se haya asegurado la recuperación de la deuda o de la parte de la deuda que asuma como imprescindible recuperar. Y el padre de familia decide preguntar a los suyos si se echan al monte o la familia asume la indigencia para siempre. Por supuesto, el banco se escandaliza porque no entiende que alguien ante una perspectiva de no futuro prefiera se capaz de rechazar su oferta y valore la posibilidad de buscar la dignidad que le quieren quitar fuera del sistema.
El problema está en ver cómo van a reaccionar las economías del resto de familias del bloque, circunstancia que afecta directamente a los intereses del propio banco acreedor.