Opinió

Es hora de extremar la sensatez

Las pasadas elecciones han supuesto un vuelco profundo en el mapa político nacional. Estaba claro que, entre los motivos de hartazgo ciudadano, la corrupción era uno de los problemas peor tolerados por los votantes, a pesar de padecer otros, como el paro, tremendamente graves.

El resultado ha sido la barrida del bipartidismo y la aparición de partidos que, en teoría, prometían luchar contra ella, atender mejor las necesidades sociales, etcétera.

Si complicado fue el mapa resultante en la mayoría de comunidades y de grandes ayuntamientos, más quizás lo son los pactos a que se ha llegado para copar el poder.

Las estrafalarias ocurrencias de los representantes de algunos de esos partidos, la aparición de una violencia que no sólo ha sido verbal en algunas ocasiones y el mayor gasto en que se puede incurrir para atender las promesas realizadas y los previsibles nombramientos de nuevos cargos de confianza sin que, por lo general, sea fácil prescindir de los ya muchos que sobran, pueden disparar no sólo el gasto público, sino la desconfianza de los mercados y la consiguiente escalada de nuestra prima de riesgo, es decir, de la carga de nuestra deuda pública.

Es deseable que se moderen las formas, se imponga un grado mínimo de sensatez y se procure no hacer filigranas extrañas; hasta el ultimo elegido debería ser consciente de que, aunque algunas cosas hayan mejorado tenuemente, seguimos estando al borde del precipicio del que, por el momento, nos vienen salvando el Banco Central Europeo y los grandes inversores extranjeros.

Con unas elecciones generales a la vuelta de la esquina, los hechos y las formas de esos complicados equipos de gobierno tan generalizados no sólo pueden hacer que el electorado les pase factura, sino que es fácil acercarnos a una situación parecida a la griega, donde, a sabiendas de que jamás pagarán, les sigue apoyando el BCE pero están pagando su deuda por encima de 14%.

Son muchos los que deberían tener claro que gobernar, o formar parte de un equipo, sea de cualquier signo o color, lo primero que requiere en grandes dosis es sensatez.

To Top