No ens cansarem de repetir-ho. TeC és un projecte ciutadà i de confluència i no una coalició de partits”. En esta frase se puede compendiar la esencia del comunicado que divulgó ayer la dirección de Terrassa en Comú, con el que pretendía salir al paso de la contestación interna que proviene de las estructuras de las formaciones que componen la plataforma. No sólo se trata de una descripción, sino de un aviso a navegantes. El tono del comunicado fue duro e invita a un análisis desde tres puntos de vista, advirtiendo de antemano de la dificultad semántica e incluso de conceptos que entraña adentrarse en este novedoso proyecto político.
En primer lugar se pone de manifiesto que, efectivamente, existe una contestación interna o al menos una desconexión evidente entre el discurso de la cúpula o de los responsables de la negociación postelectoral y los miembros de las diferentes formaciones que componen la plataforma. Se trata de un proyecto en el que confluyen en un estrecho tubo de ensayo muchas sensibilidades con formas de hacer y de pensar todavía tradicionales. El comunicado emitido ayer pone tanto énfasis en algunas cuestiones que da que pensar que probablemente no se ha entendido el fondo y la forma del proyecto por parte de sus propios componentes, cuestión ciertamente paradójica.
Ese hecho constatable nos lleva a la segunda cuestión. Cualquier intento de introducir cambios, especialmente en política, desde una base amplia y diversa de participación es tan interesante como complejo. La propuesta de Terrassa en Comú presenta el interés de que finalmente se podrá comprobar si otra democracia es posible y especialmente la operatividad y el grado de eficacia de una propuesta participativa que se pretende de gran alcance social. El Financial Times hablaba ayer de Podemos como de una bendición para la política española. Lo curioso es que son los propios componentes del proyecto los que pueden llegar a desactivarlo y no algunos sectores que, preocupados por los movimientos asamblearios, abogan discretamente ya por un gobierno estable en la ciudad, alejado de experimentos inquietantes.
La tercera cuestión se refiere a que la izquierda ha llenado históricamente su discurso de diálogo y de consenso y es precisamente la opción política más diversa y fragmentada y la que encuentra siempre mayores dificultades para caminar de la mano en proyectos comunes.