Opinió

Invisibles

En nuestra edición de hoy hemos elaborado un reportaje sobre la invisibilidad o la aparente invisibilidad de Terrassa más allá de nuestro entorno más inmediato. No pretende, ni mucho menos, ser un ejercicio de victimismo provinciano de aquel de “nadie nos quiere, nadie nos hace caso”; se trata únicamente de constatar, incluso de forma distendida, algo objetivable: que los ejes de la atención mediática no pasan por Terrassa, pese a ser la tercera ciudad más importante de Catalunya, al menos en número de habitantes.

Nunca Terrassa importó mucho más allá de Can Casanovas salvo la época en que Alfons Sala ejercía su poder político-económico aquí y en Madrid o cuando, salvando todas las distancias, Manuel Royes era presidente de la Diputació de Barcelona. Y encima, Xavi se va a Qatar, quien garantizaba entre dos y tres veces por semana mantener la imagen de marca en los medios al incluirse siempre, cuando a él se hacía referencia, la coletilla de su ciudad de procedencia, a la misma altura de la muy noble población de Fuentealbilla o del castizo y muy madrileño distrito de Hortaleza.

Esta semana se introducía una relación matemática entre la realidad y nuestra percepción de que siempre estamos en la fila equivocada en la caja del supermercado o en el peaje de la autopista. Es probable que se pueda establecer una relación similar con nuestra percepción de invisibilidad mediática o quizás se nos preste la atención que merecemos y se tenga de nosotros la imagen de ciudad irrelevante en la que nada de lo que ocurre tiene interés si no se detiene una célula yihadista. Estar en la tercera zona de la red de transporte público nos saca del mapa.

Habrá quien piense y con razón que es mucho mejor tener influencia que visibilidad, ese poder de la llamada telefónica; del hueco en la agenda para una reunión importante; de la respuesta inmediata ante una necesidad urgente o una reivindicación histórica. El problema es que ni una cosa ni la otra, ni visibles ni influyentes. La red de relaciones, la capacidad de influir en la agenda de los políticos barceloneses es más bien escasa y no digamos en Madrid. Hablamos de cultivar el nivel de influencia que tiene el presidente de la Cecot, Antoni Abad (o buscar complicidades, igual yendo a sus debates); no hay más que ver la rapidez con la que acude el President Mas a cualquiera de sus convocatorias, y con consellers de dos en dos. Aunque la Nit de l’Empresari la llevó a Barcelona. Es que ya, ni eso.

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