Vale, sí, usted seguramente es de Terrassa, pero ¿sabía que la Masia Freixa, uno de nuestros refulgentes tesoros de patrimonio, era masía porque se encontraba plantada en mitad del campo, pues esos andurriales estaban aislados de la Terrassa existente cuando los Freixa la levantaron? ¿Y que primero fue fábrica y luego residencia de alto copete, puro modernismo, ondulación, belleza imitadora de la naturaleza? ¿Y sabe que Lluís Muncunill, el Gaudí de Terrassa, el arquitecto insigne, mandó revocar la cobertura con cristales salteados para que brillase, también en las noches de luna llena?
Lo sabrá usted, si no lo sabe, cuando escuche y vea una de las visitas guiadas que el departamento municipal de Turismo organiza a diario. Cada jornada, a las doce del mediodía, visita gratis. La cifra de asistentes va en aumento, y más de cuatrocientas personas han participado en estas actividades desde que empezó el mes de julio, a una media de diez al día. Si el ritmo sigue así, el número del año pasado quedará atrás. 447 personas atendieron las indicaciones de las guías en julio y agosto del 2016.
La Masia Freixa, pues, es para el verano. Para todo el año, sí, también, pero en el periodo estival muchos terrassenses, y gentes venidas de otras poblaciones, aprovechan la ocasión para adentrarse en su historia, sus historias, su blancura, sus curvas de remedo natural. Es miércoles y una docena de personas atiende las primeras explicaciones de Ester, una de las guías. Dos turistas son una pareja francesa que entiende con desenvoltura el castellano. Cuatro proceden de Canarias: los padres que visitan a los hijos, avecindados en Terrassa. Una familia de cuatro personas ha llegado desde Cerdanyola del Vallès. Uno de los niños sufre bronquitis. “Buscábamos algo cercano para pasar el día, y aquí estamos. Ya vinimos una vez al Parc de Vallparadís”, cuenta Joan Maria Torres, el padre. Conocieron este reclamo turístico egarense “por las redes sociales”.
Ramona Comas y Olga Vicente han llegado desde Sentmenat. “Nos hacía gracia hacer la ruta modernista y visitar el Castell-Cartoixa de Vallparadís. Un escritor, Antonio López, dio una charla en Sentmenat presentando su libro ‘La Dama de Vallparadís’ y eso nos animó”, afirma Ramona. Ambas salen raudas una vez acabadas las explicaciones de Ester, camino de la nave del Vapor Aymerich, Amat i Jover.
“Bienvenidos a Terrassa. Me llamo Ester”. Así principia la guía el recorrido en el Parc de Sant Jordi, que fuera el jardín privado de los Freixa. Ester recuerda a los turistas el contexto de cien años atrás, de la Terrassa exponente nacional de la industria textil, de los vapores como motor de esa industria, de aquel Josep Freixa llegado de Olot, aunque de madre terrassense, que fundó la saga y levantó la fábrica de hilar alpaca luego convertida por su hermano en residencia. Muncunill dirigió los trabajos: dejó la estructura rectangular fabril y la cubierta de doble agua, y añadió cuerpos al rectángulo, con la cobertura de bóveda catalana y festoneada con trozos de cristal. Algunos de ellos, de colores diversos, se desprendían los días de lluvia y las empleadas de los Freixa jugaban a descubrirlos en el suelo mojado.
Vean
Vean el mosaico hidráulico, con figuras que semejan enjambres de abejas, vean las líneas sinuosas, que parece que la casa se mueva, vean el salón para recepciones, estas puertas de armario que se abren cual ala de mariposa, y esto era el patio, llamado “la era”. En este pequeño armario se metían los platos para mantenerlos a temperatura decente aprovechando el calentador situado dentro. Vean, pueden ver desde abajo la torre, el “minarete”, de unos veinte metros de altura, construido en 1917 para gozar de las vistas de la ciudad.
“Ha valido la pena”, sueltan Ramona y Olga mientras se encaminan hacia otra joya modernista.
La Masia Freixa está reluciente. Este año se ha habilitado su cobertura para acabar con las filtraciones y recubrir el tejado con las minúsculas teselas de vidrio que la adornaban hace más de cien años. Y en mayo, durante la Fira Modernista, se inauguró el tejado remozado como lo había concebido el arquitecto Lluís Muncunill. La masía fue construida entre 1907 y 1910, fruto de la intensa reforma de la fábrica del industrial Josep Freixa que el mismo Muncunill levantó en 1899. En 1936 la familia dueña del edificio se mudó a Barcelona y durante la Guerra Civil la masía fue expropiada y destinada a biblioteca. En los años cuarenta los Freixa recuperaron su propiedad, pero en 1958 decidieron venderla al Ayuntamiento. Fue sede del Conservatori hasta el 2005. Desde el 2011 acoge la oficina de Turismo.