Era el 29 de marzo de 1877. Jueves de Semana Santa. En Sevilla. Probablemente fuera en un regio salón a modo de despacho del Real Alcázar de la ciudad hispalense donde el rey Alfonso XII firmó el Real Decreto por el que se concedía a Terrassa el título de ciudad. Seguramente no fue un acto solemne; no tendría nada de protocolario; tal vez un papel más a firmar por el monarca. Pero para la vieja Ègara esa rúbrica tenía una especial significación. De algún modo suponía abrir una nueva etapa y situarla mejor en el mapa, aparte de reconocer los méritos que había podido atesorar.
Culminaba un anhelo que empezó seriamente no mucho antes. De hecho, apenas hacía un año que se habían iniciado unas gestiones que, en apariencia, no resultaron demasiado complicadas.
Retrocedamos a1876. Pleno municipal ordinario del 30 de noviembre presidido por el alcalde Jaume Vallhonrat. Se tratan distintos asuntos del quehacer cotidiano de la villa y, finalmente, se da cuenta de la carta remitida por el gobernador civil, Cástor Ibáñez de Aldecoa, anunciando su visita a Terrassa para el día siguiente. Se acuerda cómo agasajarle convenientemente. El ex alcalde y renombrado industrial Ignacio Amat Galí le ofrece su casa para hospedarle y para celebrar el almuerzo oficial.
Un significativo almuerzo
Viernes, 1 de diciembre. Ibáñez de Aldecoa llegó en el primer tren de la mañana y fue recibido con todos los honores por las fuerzas vivas de la villa. Probablemente en aquel ágape ofrecido en esa señorial casa de los Amat, las autoridades y prohombres egarenses le trasladaran el deseo de que Terrassa pudiese adquirir el título de ciudad, a lo que el gobernador mostró, entre plato y plato, una predisposición favorable, y entre postre y café, prometió activar las gestiones necesarias. Por cierto,el almuerzo oficial costó 576 pesetas con 50 céntimos, es decir, menos de lo que hoy serían cuatro euros, pero que hace 140 años era toda una fortuna. Había que quedar bien con tan excelentísimo visitante. Esta cantidad la pagaron, a partes iguales, el Ayuntamiento y el Institut Industrial.
Variopinta argumentación
Días más tarde, la corporación local optó por elevar una solicitud al Ministerio de la Gobernación para que Terrassa pudiese ser declarada ciudad. El Consistorio utilizó para ello variopintos argumentos, como se lee en el acta del pleno municipal del 7 de diciembre de 1876. Uno de ellos fue que siempre había “prestado servicio a la causa del orden y de la libertad, especialmente en el año 1869 resistiendo el ataque de los republicanos y el 22 de julio de 1872 rechazando a los carlistas”. Lo decía textualmente el documento elaborado: “Sin auxilio alguno, Tarrasa por sí sola rechazó los ataques de los republicanos mandados por Zoaristi en el año 1869, y por sí sola también, sin contar con un solo soldado de guarnición, rechazó las facciones carlistas de Castells en la mañana del día 22 de julio de 1872, causándoles numerosas bajas, en un hecho glorioso”. Aparte de estas consideraciones patrióticas, se destaca también “la adhesión al Gobierno, entregando al primer llamamiento todos los cupos pedidos en los distintos reemplazos y satisfaciendo con puntualidad todas las contribuciones exigidas”. Igualmente, se resaltaba la importancia de su industria lanera y el crecimiento de la población.
Prosperidad económica
Pero, ¿Cómo era la Terrassa del año 1877? La población había crecido notablemente. Tenía 11.199 habitantes que vivían en unas dos mil casas repartidas por 75 calles. A su lado el Poble de Sant Pere contaba con un total de 3.016 ciudadanos. Como curiosidad, en 1877 había en Terrassa 134 carros -noventa de alquiler- y cinco “tartanas”.
Económicamente se encontraba en una situación de pujanza. Se había consolidado un aparato productivo industrial y su potencialidad fabril se hallaba en pleno auge como nos dice Raimon Escudé en su libro “L’economia terrassenca, 1877-1977”. Afirma que fue “el año de la eclosión de las fuerzas sociales y económicas preexistentes y, por otro lado, “contempló el fenómeno del conflicto social y laboral: la huelga de tejedores mecánicos”. Terrassa vivía un buen momento, un momento de prosperidad. La restauración monárquica de 1875 ofrecía un periodo relativamente largo de notable estabilidad en el marco político y la industria terrassense podía desarrollarse y expansionarse en una docena de buenos años hasta la crisis de 1887.
Dominio del textil
En ese plano económico, la industria textil ocupaba a una gran parte de la población activa. Existían once vapores y 83 empresas con cuatrocientos telares de lana y 126 de algodón. La mayor empresa egarense era Alegre, Sala y Cia., que daba trabajo a más de 400 obreros. (330 hombres, 50 mujeres y 45 niños y niñas). En Terrassa había una fábrica de productos químicos, una de azulejos, cinco de ladrillos, tres de aguardiente, cuatro de pastas para sopas, dos de chocolate, cuatro molinos de aceitunas, siete talleres de construcción de maquinaría€ Y profesionales de toda índole: cinco herreros, cuatro hojalateros, dos caldereros, cinco cerrajeros, seis médicos-cirujanos, nueve abogados€
Por otra parte, entre el segundo y el último cuarto del siglo XIX Terrassa dio un paso adelante muy importante. Llegaron innovaciones como el teléfono o el gas, se crearon instituciones importantes co-mo el Caixa d’Estalvis, y en las comunicaciones se avanzó notablemente por ejemplo con la llegada del tren. Lo podemos ver en el cuadro adjunto.
Con este bagaje, ¿Terrassa merecía ser ciudad? Lo fue. Hoy se cumplen los 140 años. Era Jueves Santo y el lunes, 9 de abril de 1877 se publicaba el Real Decreto en la Gaceta de Madrid. También ese día 29 de marzo el rey Alfonso XII firmó el decreto por el que igualmente concedía el título de ciudad a Utrera.