Ea sección de ciencias naturales del Centre Excursionista de Terrassa (CET) ha hecho público un manifiesto en el que pide un control de flujo de visitantes en La Mola para evitar la saturación y propone redimensionar la actividad del restaurante para frenar el efecto depredador de sus burros con la flora autóctona.
El Centre Excursionista pone así el dedo en la llaga de un problema que la dirección del Parc Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac aborda desde hace tiempo: la masificación de los espacios más emblemáticos del parque, en especial cumbre de la montaña.
Los excursionistas denuncian la progresiva desaparición de especies autóctonas como las orquídeas silvestres y atribuyen el fenómeno al efecto depredador de los burros y las mulas que pastan en la cima. "Se comen las plantas y hierbas silvestres propias de la cumbre, vulnerando el artículo primero de la declaración del Parc Natural", denuncia la sección de ciencias naturales del CET.
La entidad pone también el foco en la dispersión de plantas ajenas a la flora del parque natural, flores como la rabaniza amarilla "que invaden La Mola de manera preocupante" y que llegan a la cima en las suelas de las botas de los excursionistas.
"Es por eso que hoy consideramos incompatible la actividad del restaurante de La Mola", argumenta el CET. La entidad propone redimensionar la actividad y dejarla en "un bar matinal con uno o dos burros que estén cerrados y alimentados sobradamente". También propone controlar la afluencia de usuarios a la cima para evitar la masificación y un plan de erradicación de las plantas invasoras, así como mantener la solidez de los bancales.
Los burros, a Can Poble
La dirección del Parc Natural es consciente del problema. "Coincidimos con la diagnosis del Centre Excursionista de Terrassa", explica el director Àngel Miño. "Estamos ultimando la redacción del Pla Director del Parc Natural que, entre otras cosas, evalúa la oportunidad de redimensionar la actividad del restaurante y aborda también la gestión de los flujos de visitantes".
Las últimas mediciones cifran entre 130 y 140 mil las personas que suben anualmente a La Mola, 20 mil de las cuales recalan en el restaurante. La cifra se ha disparado en los últimos años desde las 60 mil visitas registradas hace tres ejercicios por los contadores dispersos por la montaña, a los 130 mil de 2015. Las mediciones revelan que la mayoría de los excursionistas, cien mil, suben por Matadepera y el resto, 30 mil, trepan a la cima por Coll d’Estenalles.
"En este momento el casquete de la montaña es prioritario -explica Miño- por el nivel de presión que soporta. El objetivo es mejorar el estado de la vegetación culminal afectada por el impacto animal y, en función de como responda el medio, actuar".
La primera medida que impulsa la dirección del parque es trasladar la residencia de los burros y mulas desde La Mola a Can Poble. Las conversaciones con los propietarios están muy avanzadas y cuentan con la aprobación de los concesionarios del restaurante de La Mola, propietarios de los animales.
"La solución pasa porque los animales suban los víveres a la cima desde Can Poble y regresen de vuelta a la masía , donde se habilitaría un espacio para que pasten y duerman". La fórmula frenará la depredación de la cima y aligerará la carga del mulero, que actualmente realiza tres viajes, dos junto a los animales, y con la nueva fórmula haría solo dos.
En este momento se redacta el borrador del convenio de arrendamiento de la zona de pasto para los burros en Can Poble y está previsto redactar un proyecto de vallado. De hecho, hace unos años ya se cercó a los animales en La Mola, aunque la medida no ha resuelto el problema.
Cotorras, muflones y aliantos
El acuerdo de Can Poble se deberá incorporar al nuevo contrato de concesión del restaurante de La Mola. El actual está en fase de revisión y su articulado no prevé que los burros duerman abajo.
Àngel Miño explica que la alteración del ecosistema del parque no se restringe a la cima de la montaña ni a los animales. Desde hace años, la cada vez mayor afluencia de visitantes ha introducido nuevas especies que ya forman parte del paisaje de toda la montaña.
La dirección cita las tórtolas y las cotorras como ejemplo de especies ajenas a la realidad ornitológica del parque, aves que hoy anidan y se reproducen con facilidad. "La lista de especies invasoras es larga -comenta Miño-. Algunos ejemplos son los muflones silvestres, o el ailanto, un árbol invasor que puebla las carreteras del parque. De hecho, el ecosistema ha ido variando los últimos años con la llegada de nuevas especies que no han tenido problema en adaptarse al medio".