Tratándose de uno de los actos incluidos dentro de la programación del centenario de la Associació El Maestrat de Terrassa, resultó del todo consecuente que los organizadores escogieran a la formación Quico el Célio, el Noi i el Mut de Ferreries por la proximidad de su territorio de origen, las Terres de l’Ebre, con El Maestrat.
Muy conscientes de lo apropiado de la invitación, el grupo supo explotar los lugares comunes de la cultura de ambos territorios, con un concierto muy cercano, ameno y repleto de guiños a la audiencia.
A Quico el Célio, el Noi i el Mut de Ferreries se la presenta como “la banda que se ha saltado con más gracia y originalidad todas las normas al uso sobre la manera de recuperar la música popular catalana.” Los protagonistas de esta aventura, iniciada en el año 1992, se meten desde sus inicios en la piel de un grupo de músicos entre los que figura un ciego, un mudo, y una “divertida troupe de personajes creadores de un imaginario propio y que viven a caballo entre la tradición y la modernidad.” Así lo explica la propia banda.
Su concierto se desarrolló entre la teatralidad de su puesta en escena y un catálogo de canciones tanto de cosecha propia como del repertorio tradicional. Algunas de las piezas escogidas le sirvieron a la banda para posicionarse en temas como la problemática de los refugiados y la presunta crisis (el grupo es de los que consideran la crisis como una estafa).
Punto de encuentro
También ofreció su propia reflexión sobre la condición de la jota como un punto de encuentro entre varios territorios, especialmente a partir de su pieza “La jota viatgera.” Asimismo incorporó una “havanera del Delta”, con referencias a las construcciones clásicas de cañas y barro, recientemente recuperadas, a lo que se sumaron unas “albaes”, que también se interpretan en el Maestrat, a la salida del sol. En esta pieza Quico el Cèlio interpretó las albaes más recientes, mientras que Lo Noi cantó las más antiguas, con 150 años de antigüedad. El contraste fue revelador: poco han cambiado las cosas, en lo que diferencias sociales se refiere, en el último siglo y medio.
Otro de los momentos culminantes del concierto fue cuando la formación evocó “la enramada”, uno de los “momentos más bonitos de la fiesta mayor.” Además de la interpretación musical, se intentó emular en el escenario un carro enramado, lográndose una imagen bastante parecida a la realidad. Fue, además, uno de los momentos más divertidos de un directo basado en un alto porcentaje en el humor. La comicidad del espectáculo conectó muy bien con un público más bien veterano.
Siguiendo de nuevo fieles a su voluntad de defender y divulgar las tradiciones mostraron en “Lo meu nom és Xeic”, otro punto en común de unas tierras que son un auténtico cruce de culturas. Otro elemento cohesionador fueron “Les jotes de l’Ebre” que corearon los asistentes con aquello de “De Roquetes vinc, de Roquetes vinc, de Roquetes baixo; agulles de cap, agulles de cap, agulles de ganxo.” Fue casi un final de fiesta en el que resultó difícil mantener quietos los pies.