Las actividades no difieren demasiado de las que los esplais realizan habitualmente durante el resto del año, salvo por el tiempo, que permite hacer salidas a la playa y a la piscina para aliviar el intenso calor de estos días. Pero los casales de agosto, sin embargo, son mucho más que un espacio divertido y educativo. El motivo de su existencia es “garantizar las necesidades alimentarias básicas” de los niños más vulnerables durante el tiempo en que las escuelas y, por tanto, los comedores permanecen cerrados.
El alcalde, Jordi Ballart, ha visitado esta mañana el centro de esplai Guadalhorce, una de las tres entidades que colabora con el Ayuntamiento en la organización de estos casales “especiales”, calificativo que, después de cuatro años, esperan que entre todos podamos ir desterrando del vocabulario a la hora de hablar de estos espacios de ocio educativo del mes de agosto. El primer edil, precisamente, ha destacado la normalidad de las actividades que se realizan: “Queremos tratarlos con normalidad. Son espacios inclusivos donde se hacen actividades de ocio y también de refuerzo educativo en los que no queremos que se estigmatice a nadie, ni a los barrios donde se realizan, ni a los esplais, ni a las familias. Queremos que estos espacios se integren en los casales, en sus actividades ordinarias”, ha remarcado Ballart. El alcalde, que ha recordado que este es el cuarto año que el Ayuntamiento organiza esta iniciativa, ha querido subrayar también que el motivo por el que se pusieron en marcha, cuando la crisis ya había hecho estragos en muchas familias, sigue plenamente vigente: “Esperamos que a través de estos casales, los que se celebran en julio y las tarjetas monedero que repartimos en colaboración con Creu Roja podamos garantizar que todos los niños de Terrassa tengan sus necesidades básicas cubiertas”, ha insistido Ballart.
En total, los casales de agosto atienden a 220 niños, 40 más que el año pasado. El de Guadalhorce, que el primer edil ha visitado esta mañana, cuenta con 60 pequeños, de entre 3 y 17 años. Las otras dos entidades que participan en la organización de estos espacios, que arrancaron el pasado 1 de agosto y durarán hasta el 9 de septiembre, son el esplai La Fàbrica de Can Tusell y el Grup Colònies de Ca n’Anglada.
La experiencia de años anteriores ha llevado a introducir algunas novedades. Una de ellas es el horario. Para evitar el cansancio que acumulaban los chiquillos, los casales son por la mañana, de 9 a 15 horas, en lugar de celebrarse en horario de tarde, de 13 a 20 horas, como sucedía estos tres años atrás. Han sido los propios esplais los que han aconsejado el cambio de horario.
Otra de las novedades es que, por primera vez, están abiertos a familias que no vengan derivadas de Servicios Sociales. Se han ofertado 30 plazas abiertas a cualquier niño o niña que quiera participar en las actividades. El objetivo es reforzar el papel inclusivo de los casales de agosto y ofrecer un espacio de ocio normalizador e integrador.
Por último, las entidades también han creído oportuno fomentar la participación de las familias en las dinámicas de los propios casales para que se sientan implicadas. En el casal de Guadalhorce, por ejemplo, Ximena Utrera, una de sus responsables, explica que cada día vienen familias a preparar el desayuno y compartir ese rato con los pequeños. “Es una manera de colaborar y de que vean cómo trabajamos y qué hacen sus hijos durante el tiempo que están aquí”, comenta Utrera.
Como ya ha pasado otros años, el Ayuntamiento tiene intención de repetir este dispositivo durante las vacaciones navideñas.