El sacerdote y escritor Josep Maria Ballarín, fuertemente vinculado a Matadepera, murió en la madrugada de ayer a los 96 años. La capilla ardiente se instaló ayer por la mañana en el tanatorio Ferran de Berga y el funeral tendrá lugar a hoy a las cuatro de la tarde, día de su onomástica, en la parroquia de Sant Pere de Berga. Luego será enterrado en el cementerio de Gósol, el pequeño pueblo de la comarca del Berguedà en el que residía, aunque pasaba los inviernos en Berga.
Mosén Ballarín pasó durante su juventud seis años en Matadepera para recuperarse de una tifosis. La contrajo en un campo de concentración franquista, después de ser detenido al finalizar la Guerra Civil, en la que luchó del bando republicano formando parte de la Quinta del Biberón. Su estancia en Matadepera ejerció una fuerte influencia sobre el religioso, hasta el punto de considerarse hijo del pueblo.
Con motivo de su 90 cumpleaños, en febrero de 2010, un grupo de matadeperenses le rindió un homenaje que incluyó la entrega oficial de la llave de la población (es la única persona que posee esta distinción), una misa en la parroquia de Sant Joan cocelebrada por el mismo Ballarín y el rector David Abadias, y una comida.
En 1976, alejado ya de Matadepera, en el programa de la fiesta mayor del municipio de ese año, el sacerdote (entonces tenía 56 años) escribió toda una declaración de principios sobre el fuerte vínculo le unía a la localidad. Decía así: “Hi ha moments a la vida, anys enllà, en el qual et preguntes quin és de debò el teu poble, d’on ets fill. He nascut a Barcelona, he voltat bastant i fa llargues anyades que visc arrelat a la beneïda cima de Queralt. Però el meu poble és Matadepera. Àdhuc físicament és cert perquè ací se’m va apedaçar el cos i vaig continuar vivint després de la malaltia de la guerra. Però això no seria prou. Ser fill d’un poble vol dir haver-ne rebut l’esperit. La gent del meu temps sap què vull dir”.
La alcaldesa de Matadepera, Mireia Solsona, resaltó ayer de mosén Ballarín que era “muy querido” en el municipio, al que consideraba “su segundo lugar de nacimiento” y solía citar a menudo en sus obras. “Los años que estuvo en Matadepera (vivió en el passeig Arnau) fueron entrañables ya que era una persona muy afable y querida, y todavía mantenía amistades que hizo en aquel entonces en el pueblo”, abundó Solsona.
Nacido en Barcelona en 1920, Ballarín, que combinó su pasión por la escritura con su vocación religiosa, fue un sacerdote poco convencional que, en las últimas autonómicas, cerró las listas de la candidatura de Junts pel Sí por Lleida.
Autor de una treintena de libros, en su mayoría sobre teología y catalanidad, pero también obras de ficción como “Mossèn Tronxo”, Ballarín recibió numerosas distinciones, entre ellas el Premi Ramon Llull en 1996 por su obra “Santa María, pa cada dia” y la Creu de Sant Jordi de la Generalitat en 1995, así como la medalla de oro de la ciudad de Berga.
Poco convencional
Especialmente conocido por sus apariciones como tertuliano en los medios de comunicación catalanes y, a partir de los años noventa del pasado siglo, por sus libros protagonizados por el rural “Mossèn Tronxo”, Ballarín fue un sacerdote heterodoxo, poco convencional, que dijo siempre lo que pensaba.
El mundo cultural y político mostró ayer sus condolencias por su muerte en mensajes a través de las redes sociales. El Govern, encabezado por su presidente, Carles Puigdemont, lamentó la muerte de mosén Ballarín, al que calificó como “un hombre de espiritualidad contagiosa y de una profunda estima a Catalunya”.