El sistema de pensiones tiene ante sí retos importantes para asegurar su viabilidad a largo plazo. Sin embargo, en el debate sobre su futuro existe un “exceso de catastrofismo” porque se pone el acento “más en los problemas que padece y se deja en un segundo plano el papel fundamental que juega” y más en tiempos de crisis. Carles Campuzano, portavoz adjunto del grupo parlamentario Democràcia y Llibertat en el ámbito de trabajo y pensiones, participó ayer en un acto organizado por el Club Cecot Financer&Fiscal, que presentó su presidente, Ramon Talamàs
En su intervención, Carles Campuzano aseguró que para salvaguardar el sistema habrá que tomar decisiones, como por ejemplo, si las cotizaciones sociales son el principal núcleo de financiación o si el sistema impositivo va a jugar un papel más o menos importante. Sin embargo, lo realmente vital, añadió, es que exista voluntad política para mantener el sistema; entonces, las pensiones se van a seguir cobrando. En este sentido, recordó el Pacto de Toledo, que aglutinó el consenso político en su día y que calificó de “útil”. Eso sí, con casi total seguridad el sistema seguirá introduciendo reglas y formas distintas a las actuales.
El periodo de cálculo
“Seguramente en las próximas décadas se seguirá moviendo la edad de jubilación (que está previsto que alcance ya progresivamente los 67 años). También el periodo de cálculo, que está avanzando a los 25 años, y tal vez acabe abarcando toda la vida laboral o 30 o 35 años a escoger por el trabajador”. Ya con el actual periodo de cálculo, dijo Campuzano, se tiende en “general a que las pensiones sean más pequeñas” y esta tendencia se acentuará, al menos inicialmente, cuando entre en vigor en 2019 el factor de sostenibilidad basado en la esperanza de vida. Todo ello abre un escenario en que “difícilmente las pensiones pueden garantizar el mismo nivel de vida al jubilado” que cuando éste dependía de los ingresos de su trabajo, lo que aviva el debate sobre los sistemas complementario. Sin embargo, este asunto no se ha abordado “suficientemente” y pasa por un “pacto entre empresarios y trabajadores”. La tasa de retorno de la pensión (respecto al sueldo) está de media en un 80%. “Difícilmente se garantiza el nivel de renta a los sueldos medios altos; esto no pasa entre los trabajadores con ingresos bajos”.
Las pensiones se han seguido pagando a pesar de la crisis y han jugado un papel fundamental en la estabilidad de las familias. El sistema entró en déficit en 2009, cuando los ingresos vía cotizaciones empezaron a ser inferiores a los gastos. Para cubrir los déficits anuales, el Gobierno a echado mano del fondo de reserva descartando así financiarlos a través de los presupuestos. Ese fondo, en siete años, se ha rebajado a la mitad (hasta los treinta mil millones). “No es una buena noticia porque ese fondo no estaba diseñado para combatir la crisis, sino para afrontar la jubilación de la generación del “baby boom” en la próxima década. No he sido demasiado crítico con esto pues no había otra alternativa, sólo mediante el déficit público”.
Los retos que vendrán
Pero sobre el futuro hay nubarrones que proceden de la propia situación del mercado de trabajo y otros estructurales derivados de la demografía creciente, de aquellos que nacieron entre 1950 y 1975 y que ya se han empezado a jubilar. La precariedad laboral y los bajos salarios provocan que, a pesar de que aumente el número de cotizantes, los nuevos ingresos no sean suficientes para sacar al sistema del déficit. Si las cotizaciones no cubren todas las necesidades de tesorería, como ya ocurre, no hay más remedio que profundizar el debate sobre “la arquitectura financiera” de la Seguridad Social. Sobre ello, apuntó algunas cuestiones: “¿Es justo que empresas con un importante número de trabajadores contribuyan mucho más al sistema que pequeñas pymes tecnológicas que generan grandes beneficios y que emplean a pocas personas?” Y también abordar la situación de grandes multinacionales, como Google o Amazon, que no pagan “nada”.
Campuzano se mostró partidario de que sea el sector público el que garantice que “cuando seamos viejos no seamos pobres”, que es el objetivo final del sistema, ya que otros planes complementarios, que surgen como vías alternativas en el debate, “presentan el inconveniente de si somos capaces de generar inversión suficiente sin dar pie a falsas burbujas financieras”.